ADSO E. GUTIÉRREZ ESPINOZA
¡Ah, los perros! Esos adorables peludos que alegran nuestros días y hacen que nuestro corazón rebote como una pelota de tenis en un partido emocionante. ¿Amor a los perros? ¡Por supuesto! Es como un romance que nunca se desvanece, pero en lugar de chocolates, te traen zapatillas viejas como regalo.
¿Han notado cómo un simple movimiento de cola puede hacerte sentir como si hubieras ganado la lotería? ¡Es como si tuvieran un Ph.D. en hacer felices a los humanos! Y ni hablar de sus expresiones faciales, ¡parecen ser capaces de leer tu mente! Aunque, admito que a veces esa mirada de “¿Vas a comer eso o puedo hacerlo desaparecer por ti?” puede ser un poco intimidante.
Pero lo mejor del amor a los perros es la forma en que te hacen vivir el momento presente. Cuando están felices, saltan como si no hubiera mañana, y cuando están tristes, te dan esos ojos tristes que te hacen querer abrazarlos hasta que se sientan mejor.
Y no podemos olvidar el paseo diario. Es como un ritual sagrado lleno de emociones: la anticipación antes de salir, la alegría de verlos correr libres y la frustración cuando deciden olfatear cada poste del vecindario. ¡Ah, la vida con un perro es un viaje emocionante, lleno de amor, diversión y un poco de pelo por todas partes!
En resumen, amar a los perros es como tener un amigo peludo que siempre está ahí para ti, listo para sacarte una sonrisa incluso en los días más grises. Es un amor incondicional que nos enseña a ser mejores seres humanos, a apreciar las pequeñas cosas de la vida y a siempre tener una bolsa de plástico en el bolsillo cuando salimos a pasear. Porque el amor a los perros es un amor completo, perr-fecto en todos los sentidos.