Por Ezequiel Carlos Campos
“Son dos verdades distintas, pero las dos son verdades:
la del libro y la de la vida. Y juntas fundan una mentira”.
Manuel Vilas
Los libros deciden quién los lee. De esa manera me encuentro ejemplares que jamás me imaginaría toparme, ya sea por la temática, por la portada o su autor. Una serendipia libresca. Ahora es muy dado en mi caso encontrarme recomendaciones de libros en los podcasts literarios que escucho. Los comentaristas hablan sobre tal y cual y es cuando ese libro me elige inconscientemente, porque —ya sea por suerte o el destino— me lo encuentro días después en la librería y no queda de otra más que comprarlo. No es una decisión mía. Sin embargo, es una casualidad increíble, porque los últimos libros que he leído han sido así. De esa manera descubrí Ordesa de Manuel Vilas, una novela fragmentada que intenta ser un retrato familiar del autor; por sus páginas pasan sus recuerdos, sus padres, sus hijos y los lugares importantes en la vida del autor.
Los encuentros con estos libros pueden ser por varias cosas: son lecturas necesarias del momento, nos van a cambiar la concepción del género o porque nos motivan a escribir algo similar algún día. ¿Alguien ha pensado escribir una novela sobre su vida? Creo que todos tenemos la capacidad de redactar acontecimientos biográficos que pueden ser interesantes. Claro, hay gente con vivencias más trascendentes hasta cierto punto, quizá muertes, sacrificios personales, enfermedades, desórdenes cotidianos, por ejemplo; en el caso de Manuel Vilas nos damos cuenta del amor por sus padres, ambos muertos y prácticamente olvidados si no es por la escritura; el recuerdo, en esta novela, es una marca importante para la trascendencia carnal, por eso escribe. Vilas se toma la libertad de rememorar su infancia y todo lo que ha podido vivir, sin miedo al qué dirán, sobre las decisiones que ha tomado, una de ellas es el haber cremado a sus padres y no tener una tumba para llevarles flores, o también la distancia que pervive entre sus hijos y él, como si el eterno retorno del mal camino familiar también lo haya perjudicado, o cuando decidió dejar su trabajo de maestro para dedicarse —para bien o para mal— a la literatura.
Ese tipo de novelas las necesitaba en estos momentos de mi vida. ¿Por qué no intentar algo parecido?, ¿hablar sobre el miedo de mi abuela a los panteones y los múltiples oficios ficticios de mi abuelo? ¿Habrá alguien a quien pueda interesarle? Podemos intentar escribir una novela sobre nuestra vida, y es probable que nuestra historia llegue de manera sorpresiva a un lector desconocido. El juego entre la ficción y la realidad, la verdad y la mentira, hacen de la literatura un plus en lo terrenal, actitud que tanto Vilas como los futuros escritores de sus novelas de su vida tomarán para desencadenarse del pasado y crear un nuevo fragmento de ellos mismos, por medio de las historias personales. Ordesa, el anhelo por un lugar y por las vivencias, nos enseña que la novela abre las puertas a todos, este género es propenso al retrato vivo de los autores; ahí no sólo están los mundos posibles, sino los nuestros. Este libro decidió que yo lo leyera.