Por Alberto Tagle
¿Cómo podemos realmente pensar las formas de escritura digitalmente mediadas más allá de los entramados significantes y simbólicos que potencialmente pueden emerger de ahí? Pensando a través de lo referido por Jussi Parikka, en Geología de los medios, resultaría completamente insatisfactorio entender las prácticas escriturales digitales –ya sea una escritura generativa a través de algoritmos que entremezcle el tecleo del usuario con versos de Rilke como la pieza Arborescencia programada1 o un soneto sobre Charlie Brown escrito por ChatGTP– a través de concepciones hermenéuticas, estilísticas, semióticas, etc., las cuales sólo consideren dichas escrituras por medio de su condición de signo. Para Parikka, el signo nunca es una esfera separada de su materialidad y, por lo tanto, de su mediación tecnológica. Pero no se trata de entender a las tecnologías como portadoras, replicadoras y productoras de signos –lo cual sería caer en la misma trampa– sino como agentes con una materialidad específica que son capaces de tener una agencia en la forma en la que se moldea la realidad. La materialidad de todos los agentes no-humanos –instituciones, computadoras, minerales sintéticos, plátanos, aeropuertos internacionales, etc.– y las formas en las que se relacionan y nos relacionamos con ellos es mucho más compleja que una concepción antropogénica en la cual nos sirvan como simples herramientas para nuestros intereses. La materia, y las tecnologías derivadas de ella, tienen capacidad de agencia propia: no son herramientas, son mediadores. Parikka propone, entonces, un giro no-humano de las propias humanidades.
Así, ¿qué sentido tiene hablar de la calidad literaria –signifique aquello lo que se quiera– de lo escrito por un modelo de lenguaje que ha sido entrenado con más de 500 GB de escritura para su proceso de word embedding? ¿Realmente podría cualquier escritor saber más de lugares comunes, de qué palabras son ligadas con mayor frecuencia, después de que GTP fue alimentado con todo el contenido de Wikipedia y con prácticamente toda la literatura universal – signifique aquello lo que se quiera– en su aprendizaje? No se trata de que escribamos mejor que las máquinas, es que las máquinas conforman completamente las formas que pueden tomar nuestras escrituras, sus contenidos, sus potencias y sus cansancios. No hay escritura sin técnica como tampoco hay técnica sin materialidad. Voltear a ver la materialidad que posibilita ciertos ensamblajes mediales de la escritura –al mismo tiempo que suprime o entierra otros– se vuelve fundamental para comprender el verdadero impacto de la datificación de la escritura.
Los verdaderos cambios sísmicos no se encuentran en el contenido mismo de la escritura, sino en las posibilidades de su conformación y los nuevos tipos de iteraciones posibles. Por ejemplo, Rubén Gallo mostró, en Máquinas de vanguardia, cómo la máquina de escribir –a través de sus procesos de estandarización, homogenización y evidente mecanización– fue una mediación en la cual sería impensable poder escribir de nuevo sobre las aspiraciones sublimes y metafísicas de los genios individuados románticos. Ya que, siguiendo el pensamiento de Bernard Stiegler, no es sólo que las mediaciones técnicas sirvan como depositarios de la memoria a través de nuestra expresividad –crítica ya hecha por Platón hacia la escritura misma– sino que, también, dichas técnicas enfocan nuestra mirada, generan modos de ver que se adecuan a sus formas de operar; la percepción siempre está técnicamente mediada, no existe una mirada al natural, una realidad sin mediación; así, no existe escritura sin mediación técnica y no hay tecnología escritural que no propague sus modos de escribir a través de su uso. Nuestra percepción está tan tecnológicamente mediada que sería difícil, en este punto, pensar en una ontología sustancialista de nosotros mismos. Más bien valdría la pena tratar de ampliar la perspectiva, entender el agenciamiento que tiene lo no-humano en nuestras propias prácticas, sospechar que lo que nos hace humanos reside las formas específicas de relacionarnos tanto con los otros como con los agentes no-humanos y no pensar a través de nuestros aires de centralidad holística. Quizá es tiempo de pensar en formas de escritura no-humanas, en formas de escritura posthumanas.
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1V. https://editorial.centroculturadigital.mx/pieza/arborescencia-programada
Excelente.