Carolina Díaz Flores
Según la Organización Mundial de la Salud, una adicción es una enfermedad física y psicoemocional que crea dependencia al consumo habitual de alguna sustancia. Es pertinente aclarar la confusión conceptual entre adicción y toxicomanía, la primera de ellas es de uso más coloquial y generalmente produce un efecto negativo, por otro lado la palabra toxicomanía se utiliza por los profesionales de la salud; sin embargo, tienen el mismo significado, ésta última también se refiere al consumo continuo de sustancias que generan necesidad física o psicológica. Ambas palabras se utilizan desde el siglo XII, y desde el siglo XX han adquirido connotaciones negativas, por lo que se introdujo el término de drogodependencia, para aumentar el rigor científico y evitar en lo posible la impresión peyorativa que produce la palabra adicción. Para fines prácticos se puede utilizar cualquiera de los tres términos (adicción, toxicomanía y drogodependencia).
Existen distintos tipos de toxicomanías y no es posible explicarlas todas desde la misma visión, por ejemplo la adicción al alcohol no se origina en el mismo contexto que la adicción a drogas ilegales o psicofármacos. En el primer caso (alcohol), socialmente no hay un castigo inicial por su consumo, incluso en muchas de las culturas actuales consumir alcohol es parte de los procesos de socialización y convivencia. A diferencia del consumo de marihuana, cocaína y cualquier droga de carácter ilegal, que por su condición jurídica implica que la adicción se desarrolla en la clandestinidad e incluso en situaciones de violencia durante su compra o consumo. En el tercer caso, sobre el consumo de psicofármacos, en la mayoría de las ocasiones se da en personas con acceso a medicación controlada, incluidos médicos, enfermeros, farmacéuticos, entre otros.
A pesar de que una adicción está íntimamente ligada con procesos biológicos, diversas investigaciones recientes han demostrado que la modulación social es un pilar fundamental en la adquisición y recuperación de una adicción. Se ha evidenciado que las interacciones sociales positivas que son gratificantes tienen el potencial de superar la recompensa por el uso de drogas y además protegen del uso de sustancias adictivas a largo plazo. Por el contrario, las experiencias sociales negativas que resultan estresantes para el individuo, ayudan al desarrollo y mantenimiento de la adicción. Otro factor importante que ha sobresalido, son los llamados factores sociales proximales, que se refieren a las interacciones sociales durante el consumo de drogas. No es la misma dificultad superar una adicción que se practica en el contexto familiar, social o en solitario.
Un elemento muy importante para el desarrollo de las adicciones es el estrés y, aunque había tenido un papel controvertido en la explicación de los altos niveles de adicciones, los estilos de vida modernos han suscitado que se preste atención a los factores de riesgo sociales, incluidos los laborales, académicos, entre otros. Desde el punto de vista neurobiológico, cualquier situación de estrés, produce una gran carga de tensión para el organismo y a largo plazo puede producir cambios progresivos en el cerebro, los que desencadenan un estado de propensión a la adicción a sustancias, que se caracteriza por liberación de corticotropina y otras hormonas del estrés, que debilitan la regulación del hipocampo y de la corteza prefrontal, además de reforzamiento de la actividad de la amígdala, lo que resulta en un estado emocional negativo, de deseo y de falta de control. Tanto las drogas como el estrés, generan una sobrecarga, responsable de las adaptaciones del cerebro involucradas en las características claves de una adicción: anticipación/ansia de recompensa, afecto negativo y funciones ejecutivas deterioradas.