CARLOS MONSIVÁIS
Otra vez la tierra baldía, las moscas de Babilonia sobre los podrideros, el reino de este mundo convertido en cascajo, las sombras al fin independizadas que se rebelan contra la tiranía mecánica de sus dueños. En la ciudad en ruinas la pintura es vestigio y profecía “Todo se ahoga de pena, y las mismas escafandras se amoratan bajo el mar”. El caos es la expresión más justas de la urbe corroída, de los espacios de la opresión, del ámbito estéril en donde la sordidez es función de la luz, y la crueldad el sustituto del espíritu solidario.
Contra la ciudad y por la ciudad Antonio Ramírez pinta. Atraído por la descomposición y la resurrección de las imágenes, a Ramírez le importa crear un mundo a la vez autosuficiente y muy vinculado al exterior, abstracto y denunciatorio. Si sus títulos parecen esquemáticos, su pintura no lo es. Él no cae en la trampa del realismo socialista, y tampoco confía en la “pureza artística”. Prefiere la vída de una complejidad angustiosa, donde las visiones apocalípticas reciben nombres muy terrenales: “Visita al campamento 2 de octubre” o “Perro nocturno” o “Patria número 3”. No hay en esto contradicción alguna. Ramírez cree en la militancia artística, y elige y define sus causas, pero también, Ramírez se opone a la simplificación que le atribuya al tema las virtudes del arte y la redención social.
Ramírez, el inclasificable. Por la actitud política, él corresponde en buena medida a la Escuela Mexicana de Pintura, al “no hay más ruta que la nuestra”, a la fe en el espectador que por serlo se educa y se radicaliza. Por la pintura él hereda recursos y delirios del expresionismo, y los asimila con enorme talento. El contestario que se niega a la demagogia. El artista refinado que se opone a la falta de significación. El testigo de su tiempo que es el cultivador de sus pasiones intransferibles. Más de una vez, viendo los cuadros de Ramírez he comprobado cómo ahí el tema es lo de menos y lo de más, es prescindible por la autonomía de la fuerza pictórica, y es fundamental porque expresa la lucha agónica con realidades específicas.
Barbarie y civilización. Ramírez es la versión civilizada del horizonte bárbaro de nuestros días, y es la cacería melancólica de paisajes del fin del mundo que, ironía de Por medio, quizás paisajes del principio de algo distinto. Sus imágenes nos persiguen y alcanzan. Su sentido singularísimo del color nos contamina de melancolía. Su punto de vista es siempre enriquecedor.
“¿En una realidad más estricta no seríamos todos fantasmas?”
¿Dónde verla?
La obra es parte de la exposición Diverso de Antonio Ramírez. Actualmente, es expuesta en El Tunal Centro Cultural, de Fresnillo, Zacatecas, con motivo del tercer aniversario de éste.