
RODOLFO VALENZUELA TRUJILLO
Nos situamos con un paciente adulto mayor de 67 años, con una dificultad intelectual severa, sin padres o tutores, dependiente de los servicios del estado para su protección y realización como persona. Únicamente responde a estímulos verbales con balbuceos sin dificultades motrices, pero no dispone de autonomía para actividades de la vida diaria. Se le detecta Leucemia Aguda Monolítica Mieloblástica, por lo que para su atención se solicita de un representante ad Item que tuviera conocimientos suficientes para poder consentir en su proceso de atención a la salud, desde quimioterapias hasta cualquier otro tipo de tratamiento. Se decide no iniciar ningún tratamiento y dejar que la naturaleza de la patología lo acompañara hasta la muerte. Este fue el caso de Joseph Saikewicz, en el que la polémica de la decisión vino a traer sobre la mesa la necesidad de entender la diferencia entre la Eutanasia y una Limitación de Esfuerzo Terapéutico (LET).
Entendamos la Eutanasia por etimología como la cualidad del bien morir, siendo estas intervenciones deliberadas por parte del personal de salud para atender la solicitud expresa de morir, voluntaria y reiterada por sufrimiento físico o psíquico a consecuencia de una enfermedad terminal o sin capacidad de mejora que lo hace sentir vulnerable. Un ejemplo de una intervención deliberada es la aplicación de tratamientos en altas dosis o vías de administración no compatibles con la vida, que tiene la intención de evitar la mayor cantidad de sufrimiento en el paciente.
Por otro lado, la Limitación de Esfuerzo Terapéutico (LET) es retirar o no iniciar un tratamiento por decisión del personal de salud, esto en relación con el conocimiento de poca o nula respuesta que pudiese dar al paciente, sabiendo que pudiese únicamente prolongar su sufrimiento. El consejo permanente de la Conferencia Episcopal Alemana anoto: “La muerte es el último acontecimiento importante de la vida y nadie puede privar de el al hombre, sino más bien ayudarlo en dicho trance, lo que significa tratar de aliviarle los sufrimientos, de tal forma que pueda superar humanamente la última fase de su vida…”.
Nacer, crecer y morir son parte de un proceso natural, del que derivan enfermedades y estados lo más cercanos a la salud en más de una ocasión en la vida del paciente, por lo que comprender la muerte como algo a sucederle, deberemos de darnos cuenta de que algunos esfuerzos en algún momento dejaran de ser curativos, ya sea por la etapa de la enfermedad o por el propio estado físico derivado de la edad que pueda tener la persona. Es aquí donde la intervención del personal sanitario debe ir encaminado en evitar signos o síntomas que puedan aumentar el sufrimiento en el proceso de muerte.
Los pacientes antes de ser pacientes son personas de las que se tienen que respetar y reconocerlas como seres autónomos con capacidad de decisión e identificando los motivos que someten vulnerable a una persona con esta capacidad reducida, se debe siempre actuar en base en acciones morales, reflexionadas y acompañadas de la legislación que la envuelve, para que la toma de decisiones sea lo mas apropiada a cada caso.