Mi nombre es Sergio Pérez Torres, poeta y escritor regiomontano. Autor de 13 libros, el último es Éxodo a ningún lugar, ganador del premio Enrique Peña Gutiérrez en su edición 2022. También soy tallerista, docente y promotor cultural.
EL MECHERO: Háblanos un poco de tu reciente libro, ¿cómo lo ubicas en comparación con tu obra anterior?
SERGIO PÉREZ TORRES: Exodo a ningún lugar difiere sustancialmente de la mayoría de mis libros publicados, de entrada porque parte de un tema diferente. Éste no tiene que ver con lo amoroso, el enamoramiento ni su ruptura, sino que parte de un cariño distinto, el cariño a la tierra, a lo familiar, a las raíces, a lo propio, a lo identitario. En su origen no fue concebido como un libro, eso también lo hace distinto a otras publicaciones que he escrito. Lo anoté sin alguna intención en 2015 en una casa de campo que mi padre se compra al jubilarse, erigida en un terreno que antiguamente sirvió de parcela o de labor, diría mi abuelo, en un pueblo llamado los Ramones, Nuevo León.
Tiene mucha significación para mí ese lugar porque es donde trabajaron mis ancestros. Es un lugar que les pertenecía, así que le da una carga distinta. Al momento de visitar ese lugar, esa casa, era muy extraño porque era un sitio en el que nunca habíamos vivido; sin embargo, sí lo sentía mío, propio. Empecé esta serie de poemas que tienen que ver un poco con la serranía, la flora, la fauna, lo semidesértico y también con mis impresiones interiores, de historias, así como anécdotas que tuve durante mi crecimiento. Son textos largos y en los que me siento mucho más extendido.
La segunda parte de Éxodo a ningún lugar se llama “La canción del extranjero” y está compuesto por poemas muy breves, un par de líneas cada uno, que tratan sobre lo contrario, sobre lo ajeno, la otredad, el choque cultural y la alienación. Todo esto se escribió en el mismo año, en 2015, durante un viaje a Europa, específicamente en los días que estuve en Londres, un lugar con el que no pude conectar, donde la pasé bastante mal, odiaba el clima, odiaba la seriedad y la solemnidad de la gente, la comida debo decir que era pésima. En fin, no fue mi idea tampoco ir a un pub y reventarme, hasta los pubs me parecían tranquilos y comencé en un diario de viaje a hacer estas anotaciones sobre las incomodidades, las decepciones, los choques, así que entendí que con lo que había escrito anteriormente funcionaba como Ying Yang: la primera parte sobre lo que era mío y la segunda parte sobre lo que era ajeno.
También fue un proceso muy particular el confeccionarlo, el unirlo, porque, como no nació con la idea de ser libro, tuve que trabajar desde cero con el orden, el modo de apartado, la distribución y la corrección de esos textos fue un poco más laboriosa porque originalmente eran textos que sólo yo iba a leer, así que también fue muy interesante el confeccionar libros como en segundo nacimiento.
EM: ¿Crees que haya un cambio significativo en tu obra después de este último libro?
SPT: Me parece que, por ejemplo, en mis primeros dos libros sólo son búsquedas, sólo son apuestas e intentos, pero a partir de 2009 encontré algo en lo que me sentía propio, cómodo: un estilo, una voz, un registro, el cual he intentado mantener y expandir. Aunque esto difiere mucho de la obra en tema, lo escribí en 2015, pero posteriormente me siguieron otros libros que vuelven a lo amoroso y de una manera diferente. Creo que, en lo particular, me interesa mucho más que cada libro sea muy diferente a lo otro y lo borre totalmente, es construir como una poética en la que el estilo se mantenga uniforme, que puedan leerse de principio a fin, como Marosa di Yorio, en la que su obra reunida aparecía como un solo libro gigantesco.
EM: Háblanos un poco de tu obra en general. ¿Qué de tu producción le recomiendas leer a los amigos de El Mechero?
SPT: Les comentaba que he publicado 13 libros: 12 de poesía y uno de narrativa, que es Los arcoíris negros. Creo que precisamente el libro que más he disfrutado escribir ha sido Los arcoíris negros, fue como aprender la escritura desde cero y ese libro sirve muy bien como base introductoria para la poesía. Estoy sumamente arrepentido de mis primeros dos libros, me parece que eran un mal necesario para poder tener experiencia, aprender, sentirme cómodo en la página. Uno reconoce eso. Obviamente serían textos que espero que nunca nadie jamás lea y que perfectamente pudiera comprar con intereses para que nadie los tenga. En el caso de la poesía, por ejemplo, creo que si alguien nunca ha leído poesía en su vida, perfectamente podría iniciar con Party Animals por ser un libro de poemas pequeños, ágiles de seguir porque sigue un orden cronológico, imágenes con las que probablemente puedan identificar experiencias propias, pero creo que el libro que tiene mayor complejidad y un logro poético más alto sería Cortejo fúnebre, que ahorita tiene su segunda edición. Es un poemario que se divide en cinco apartados, son cinco tumbas y representa [cada uno] una fase del proceso amoroso: el enamoramiento, la consolidación, el climax, el declive y el final.
EM: ¿Qué se viene en tu producción poética para este año? ¿Premio, libro nuevo?
SPT: Esperemos que ambos. Actualmente tengo terminada una novela corta que va para concurso. Estoy trabajando en otra novela. Sigo escribiendo poesía. Es como un proceso amoroso en el que ya completé el material necesario para un poemario nuevo, pero quiero dejar madurar esa experiencia y mientras tener en circulación varios [libros] que tengo terminados para ver si logran tener suerte en Zacatecas o en algún lugar.
EM: ¿Qué es lo que más te ha gustado de tu última producción?
SPT: Algo que disfruté muchísimo fue el trabajo colaborativo que hubo en Éxodo a ningún lugar. Empecemos por el principio, dicen. La ilustración fue hecha por Jesús Escabernal, un pintor guerrerense, a través de una serie de pláticas, de retroalimentación y de encontrar la imagen precisa para crear esta ilustración que me parece bastante bella e impactante y que le suma al libro. También debo decir que es un libro con una introducción colectiva: una de Colin Carberry, un canadiense de orígenes irlandeses que vive en Linares, Nuevo León, traductor de [Jaime] Sabines al inglés y con él he congeniado para llegar a esta otra versión, esta otra captura del libro. Además, [hay] un texto sumamente generoso del maestro Ernesto Lumbreras, que sirve de prólogo y también de cuarta de forros.