DAVID CASTAÑEDA ÁLVAREZ
Escribir es regresar al origen, destruir las máscaras, entrar a lo desconocido, sumergirse en la oscuridad, morir un poco. En el cortometraje Agua de coco, del artista Anís Serrano –inspirado en un ensayo autobiográfico de Karen Pinedo–, una mujer acude a los cien ojos de la memoria para recordar aquellas etapas de su vida cuando el agua se trastocó unas veces en mundos cálidos y seguros, otras en símbolos de miedo.
En el filme, el agua es el elemento principal de todas las acciones. Hay mucha melancolía porque hay mucha agua y mucho color verde. En realidad, la historia no discurre ni se desborda, permanece a modo de un estanque. Es un agua tranquila donde la protagonista se sumerge una y otra vez mientras reflexiona sobre las dificultades de la vida como mujer, la sexualidad, la decisión de ser madre o no.
Estar en el agua es estar como dentro de un útero: uno de los mayores misterios. Aquella mujer recuerda que cuando era niña una vez tuvo un dolor de estómago que desató una serie de pensamientos temibles:
[…] me presioné y sentí un latido, lo primero que pensé fue: “¿Estoy embarazada? Estoy embarazada”. Y yo aún sin tener ningún contacto con la sexualidad de otros y sin tener la capacidad para crear un bebé en ese tiempo, siendo una niña ingenua e inocente. Sentí terror y miedo de pensar que mi mamá me regañaría.
El cortometraje cierra con una especie de comunión y reconciliación con ese mundo insondable y acuoso. En el filme, el agua ocupa un espacio misterioso, a la vez íntimo y a la vez exterior, el mundo y la familia. Aquella mujer abraza su agua interior. Su escritura. Su viaje hacia la semilla. Muere un poco. No obstante, esa mujer renace, como un fénix de otro elemento, en un agua más clara y más profunda.
Excelente reflexión.
Mucho éxito Anís Serrano y Karen Pineda.
Les mando un fuerte abrazo primos.