¿Qué se hace cuando entre tus manos llegan las palabras correctas para guarecerte y enfrentarte a la lluvia interna? ¿Cuando encuentras la voz del profeta en los versos recalcitrantes de un amigo? Poeta que es profeta en otra tierra, en la de adentro, la que tiene cal, arena y sal. No hay magia más genuina que la de compartir una copa y versos, conocer a fondo un poema porque ya leíste los ojos, descubrir las similitudes en la cotidianidad, pese a que pareciera que nada se tiene en común, o que son pocas cosas.
Mi amistad con Fernando Carrera surgió en medio del apocalipsis, la muerte caminaba a paso lento y seguro en las calles de todo el mundo, desde Baja California hasta México, y en el mundo entero, nos cruzaban las líneas fatídicas de la incertidumbre, pero la poesía nos tiró un salvavidas, por lo menos durante algunas horas, unos días, y entonces en la virtualidad surgieron los versos, que a su vez desembocaron vertiginosos en el diálogo.
Un encuentro virtual entre poetas nos llevó a una amistad –también virtual- durante algunos años, luego la pantalla se abrió por un par de días: el equipo de El Mechero lo tuvo un par de días para enseñarle lo que la ciudad de cantera y plata tiene para mostrar, amistad, compañerismo y mucho cariño, pero sobre todo poesía y las callejuelas de la habitación de nuestro santo patrono. Fue entonces cuando presentamos su libro Fuego a voluntad en esta ciudad donde siempre hay incendios, pero no siempre se tiene la voluntad.
Fernando Carrera es un poeta que te deja ciego con las certezas, es un guía espiritual que conoce de los mártires y santos, pero que ni los martiriza ni los beatifica. Fernando es aquel pescador que tira la red y se levanta para cuestionar a los maestros las enseñanzas, para recriminar el abandono de un padre que se hizo hombre y que encarnó las pasiones y el dolor entre las llagas y clavos.
Carrera es la palabra de la interrogante, es la aspiración del hombre que se planta con la mirada fija hacia el horizonte para ver hacia arriba y hacia abajo, la inmensidad del ultraje, la belleza del desamparado y la inmortalidad de un escarabajo. Todo al mismo tiempo. El dolor de la carne se transfigura en las páginas de este Fuego a voluntad, sulfuran las vigilias y los extravíos, pero una no se siente sola en el trance – aunque a final de cuentas sólo tengamos la certeza de que estamos solos− porque Fernando nos acompaña, con las palabras, con un gin o un mezcal blanco, con la mirada interrogadora a través de las Lomas del Calvario, las de aquí y las bíblicas.
Entre los oráculos y augurios les dejamos una cucharada de hiel y agua que emanan de las estrofas de nuestro querido amigo Fernando Carrera, esperando que acompañen el encuentro con más dudas que certezas e invitándolos a que, después de lo que no se ha dicho, broten las redes y las barcas para pescar próximos encuentros y oportunidades para seguir hablando de las ausencias, las convicciones, la fe y el desvarío, el arrojo al mundo de los que no tenemos anclas ni pescadores de hombres.
No olviden arrojarse a la incredulidad y a la lectura de los presagios, a escuchar las palabras mortales sobre lo divino, lo humano y la bestialidad, porque hay más animalidad que ángeles también entre nosotros. No olviden que juntos incendiamos la cultura.
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero