SARA ANDRADE
En Facebook la gente reacciona las cosas de una manera que, la mayor parte del tiempo, me sorprende. Una cosa es estar todo el tiempo entre el terror petulante que es Twitter, en el que, la mayor parte del tiempo, la gente juega a ser un avatar, una versión más descarada de sí misma. Pero en Facebook no te queda de otra más que ser tú mismo, en tu comunidad y entre tus amigos. Así que siempre me parece que cuando leo los comentarios en una publicación controversial o lo que comparten mis amigos de Facebook siempre me escandalizo, como cuando de niño descubrías que tus papás decían groserías. De algo que no debería ser y, sin embargo, lo es.
En 2021, Michelle Goldberg se hizo viral en internet por su columna en The New York Times, titulada “We Should All Know Less About Each Other”, o en español “Deberíamos saber menos los unos de los otros”. En su columna, Goldberg concluye que las conexiones que hacemos en Internet no son inherentemente más buenas que las que hacemos en la vida real, sobre todo porque es en beneficio de estas plataformas que estemos catalogados, separados y polarizados. Entre más enojados estemos los unos con los otros, más interacciones hay. Eso lo sabe Facebook perfectamente, desde hace años.
El asunto es que las razones villanescas que tengan los CEOs de estas redes sociales poco tienen qué ver con lo que pasó en las Morismas de Bracho de este año. Los problemas que tenía esta celebración ya se vienen gestando desde hace años y con la existencia o no de Facebook, en cualquier momento iba a suscitarse una trifulca que ocasionara su cancelación. Por muchos años yo he escuchado a muchos asistentes quejarse del exceso de alcohol, de la falta de seguridad y organización y de los mismos problemas entre las familias que participan en el evento.
Pero este año, en particular, he sido testigo de los comentarios que los zacatecanos dejan en las noticias del hecho: de simples burlas y quejas, a comentarios clasistas y despechados, que lo único que hacen es aumentar el rencor y el despecho entre nosotros, parte de la misma comunidad. Bracho ha tenido que lidiar toda la vida con la percepción negativa a sus celebraciones y ahora se le añaden las opiniones de cientos de personas que opinan que las morismas ya no deberían existir y que todas las personas que participan en ellas no son merecedores de derecho.
No me dejo de sorprender por mucho que ya tenga 20 años leyendo las peores opiniones posibles en el internet. No solo es que Facebook y Twitter y TikTok amplifiquen las voces de todos, buenas y malas, al mismo tiempo, sino que hay una especie de creencia extraña entre los quejosos de que si la gritan en Internet no es real o no es válida. Pero en tiempos de post-Covid, para bien o para mal, la realidad más inmediata es esta: la de los comentarios. Y me pregunto si la cosa no es que no deberíamos conocernos más, sino que, quizá, opinión controversial, deberíamos ser más amables, como si estuviéramos frente a frente a esa gente a la que deseamos su desaparición.