VÍCTOR RODARTE
Me gusta pensar en los pasos que dan dos amantes, tal vez persiguiéndose, huyéndose o jugando a las escondidas. Nunca se tocan aunque están tan cerca, incluso cuando un par de notas se ejecutan al unísono, es cuando más distantes los imagino, como si brincaran sobre charcos de agua en una competencia a ver quién expulsa más hacia afuera. Una persona sabe que, tal vez la otra sea un gran ser, pero no vale la pena detener el paso para averiguarlo, esperarlo, escucharlo. La otra persona no sabe lo que hace pero le busca, siempre le sigue como un titán tras una ninfa. Hay momentos que se le enreda entre los pasos, por lo que le preocupa pisarle, o amarle o atraparle o atarle.
Es un juego sin final, como una vieja historia de amor imposible, es por ello que lo prolongan, lo evaden. «No puedes sufrir por amor si no hay amor»
Hay un par de momentos especiales, donde todo se relentiza, como si se cansarán, pero me doy cuenta que ya son viejos, se están derramando y asustando por la vejez, hay ocasiones en que se tropiezan y parece que caen pero se mantienen, ahora andan lento pero sin unirse, se separan por instantes y vuelven a estar hombro con hombro. Está llegando el final se preparan para la despedida, ahora sí, no hay más que andar, la vida se les acaba. Fue un buen juego.