El mundo onírico es increíble y sorpresivo. Nunca sabemos exactamente cuál será la experiencia que tendremos al cruzar el umbral de la vigilia: es un lugar donde algunas veces nos sentiremos traicionados, otras regresaremos a aquellas casas que sólo conocemos en nuestros sueños e, incluso, en un par de ocasiones podremos intuir que alguien cercano pide ayuda o podemos dar ese abrazo que quedó pendiente en esta vida.
La mayoría de las veces llegamos a la casa después de una jornada llena de cansancio, así que –sin más– ponemos una alarma y, si tenemos suerte, daremos un beso de buenas noches antes de cerrar los ojos, nos dejamos ir con prisas y así, con las mismas prisas, nos despertamos para comenzar de nueva cuenta con la rutina de cada día, pero ¿qué pasa con aquellos sueños que no se escapan de la memoria? ¿Aquellos que permanecen en nosotros, quienes lo rumiamos durante todo el día? ¿Son más importantes unos que otros?
Sabemos la importancia que le da el psicoanálisis de nuestros sueños, Sigmund Freud da en su famoso libro La interpretación de los sueños una herramienta para analizar la neurosis, los miedos y los complejos, aquellas cosas que están en el inconsciente y toman distintas formas mientras estamos dormidos. Son los psicoanalistas en general quienes dan una importancia a profundidad de los sueños, al tratar de establecer una relación de este mundo el “real” y el de allá, el de los sueños, pero en general estas imágenes y relatos tienen importancia desde que la humanidad comenzó a soñar: la línea entre lo sagrado y lo mundano, los mensajes de dios, las interpretaciones de las sibilas y brujas, las intuiciones que no podemos más que sentir punzantes en la boca del estómago.
Pues bien, en este número, estimados lectores y queridas lectoras, les dejamos un texto que realizó Gonzalo Lizardo con motivo del centenario del Manifiesto Surrealista, publicado en 1924. El ensayo de Lizardo se presentó en un ciclo de conferencias coordinado por el Instituto de Ciencias Sociales de la Universidad Juárez del Estado de Durango (UJED) y el Doctorado en Filosofía e Historia de las Ideas de la Universidad Autónoma de Zacatecas (UAZ).
En su texto, nuestro querido Gonzalo Lizardo nos ofrece un acercamiento a la magnífica Grete Stern, diseñadora y fotógrafa alemana que realizó fotomontajes para vestir los sueños de lectoras de revistas rosas que se publicaban acompañadas de una interpretación psicoanalista de ellos. Ya de por sí la obra de Stern no tiene desperdicio, cada elemento de la composición está hecho para reventarnos la cabeza y contarnos una historia, aunque a veces se intuya más de lo que se verbalice.
En realidad, el mérito de esta artista pueden encontrarlo en cada una de las imágenes que realiza, pero ¿quién antes se había atrevido a intentar hacer una fotografía de los sueños? Y no sólo eso, ¿quién se había atrevido a decirle a las lectoras, en su mayoría amas de casa, que sus sueños importaban? No olviden que, desde que la humanidad sueña, juntos ¡incendiamos la cultura!
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero