Luis Enrique Almeida Ocon
Para el lector el tema de la biblioteca conlleva dos preocupaciones: temor al incendio de Alejandría, como ciclo repetitivo, y la preservación de textos universales. Humedad. Luz. Incendio. Apagón. Polvo. Inundación. Toda ave de mal agüero asiste a su soñador. El incendio puede expresar una censura y una pérdida; la preservación el desarrollo y mantenimiento del libro. Estas dos preocupaciones se repiten de forma continua en la historia y en la literatura. Basta encontrar títulos donde los libros sean causa de hogueras, archivos que dan fe de lo anterior o imaginarios donde la biblioteca se perfila como un espacio de vida, pensamiento y descanso.
Indagar sobre cómo se concibe la biblioteca dentro de la literatura es acercarse al mito fundacional: un pulso que reúne y clasifica. En las últimas décadas la preocupación por el deterioro, preservación o destrucción de libros ha tomado otro rostro (otro formato). Es el apagón digital. Jorge Carrión en su libro Contra Amazon, señala con el dedo al gran corporativo digital y sus intentos de establecerse en el espacio físico a partir de almacenes, donde se recopilan toda clase de objetos y productos, entre ellos los libros. ¿Amazon como biblioteca/librería? Amazon como ficción y realidad. El autor dedica varios capítulos a su relación intelectual y sentimental con las bibliotecas y librerías, nos recuerda que todos aquellos espacios librescos que visitamos en nuestros viajes dan forma y sentido a nuestra propia Alejandría. El gran sistema de envíos y compra digital es parte de nuestro hábito lector, aunque la lectura en Kindle se escurra por los dedos, aunque el paperwhite simule un papiro infinito, aunque los almacenes de Amazon intenten recopilar todos los libros, el apagón digital se presenta como un descanso, donde la pesadilla aún es sueño.
Las bibliotecas o librerías que interpretamos son físicas y digitales, pueden ser reales o ficticias. En las series de Sci-fi como Silo, Blade Runner o Fundación (las tres basadas en libros de ciencia ficción) las bibliotecas son espacios, proyectos o censura. Si pensamos en Alfonso Quijano, La Biblioteca de Acero y La Biblioteca de Babel son ficciones de nuestro anhelo lector. En ellas la propuesta, el catálogo, el presupuesto, las consecuencias de la vida en y sobre libros se defiende el espíritu crítico y pasional del lector. Se rinde homenaje a los espacios librescos de nuestra memoria, así como de nuestras pesadillas provocadas por la tecnología y el cambio de formatos. Jorge Carrión lo enuncia de forma clara: Amazon no es una librería, es un mercado. Para evitar el incendio la preservación toma cualquier rostro: de mercadillo físico o digital, de crónica sobre nuestros viajes, de glosa al margen de cada libro o como proyecto para el futuro. La preocupación por el libro en el gran mercado digital se ha vuelto un género en sí.
Sin duda, la conversación aún no termina. Amazon como un mercado para editoriales sin librerías, un apagón digital como el nuevo rostro del incendio de Alejandría, algoritmos en función de libreros y sobre todo las peripecias para desarrollar la mejor opción de resguardo.