ESAÚ RINCÓN ZAMORA
Por lo menos a nivel federal, diversas personas que ocupan cargo de Juez, Jueza, Magistrada o Magistrado han emprendido su campaña para el proceso electoral que se avecina en junio de este año. Lo mismo han hecho personas que no forman parte de la judicatura, pero que tienen la clara intención de ocupar un puesto en el Poder Judicial. Así, las redes sociales como Facebook, X, Instagram y Tik Tok, han sido invadidas por contenido jurídico. Algo inusual para el público que consume esas plataformas digitales.
Este comportamiento me perece interesante por tres cosas en particular a saber: la primera de ellas tiene que ver con el esfuerzo de parte de juzgadores por acercarse a la ciudadanía. Cosa que por lo menos no habían hecho antes. La segunda, que hay interés por expresarse en un lenguaje claro, breve y hasta cierto punto amigable, cuando lo normal era manejar uno rebuscado y repleto de términos abstractos. La tercera de ellas, el empleo de TICS, lo que de igual modo llama la atención, por tratarse de un campo abiertamente conservador y anacrónico, que durante mucho tiempo se resistió al empleo de ellas.
Ante ese panorama, conviene que pensemos bien los efectos que todo esto puede ocasionar, ya sea como electorado, o bien, como contendientes a un cargo de esa naturaleza. Van mis razones de esta consideración.
Celebro que las personas juzgadoras estén construyendo un diálogo más abierto y cercano con usuarios del sistema de justicia. Aunque también temo que caigan en los dilemas que imperan alrededor de un espacio tan volátil como el de las redes sociales, donde con tal de subir de seguidores y conseguir popularidad para el cargo, estén dispuestos a hacer cualquier cosa como la mayoría de las y los influencers, sin importar que con ello se sustituya la seriedad y el alto compromiso que merece la investidura de Juez, por el carisma y la frivolidad.
Asimismo, me parece peligroso que más que palabras claras, que sin duda apelan a la sinceridad y a la honestidad, veamos candidatas y candidatos realizar promesas que nada tiene que ver con la resolución de los pleitos judiciales conforme a la ley. Tal como ocurre en las disputas por cargos legislativos, de ayuntamientos y por supuesto, el de la gubernatura, donde se prometen cosas fuera de la realidad y que caen en lo absurdo.
De igual modo, se corre el riesgo de que quienes contiendan por un cargo como éste, comprometan su desempeño a lo que ciertos grupos les indiquen sólo porque apoyaron su candidatura. Y en consecuencia, la imparcialidad que un cargo como este supone, se pierda.
Aunado a ello, la poca estabilidad que caracteriza al espacio judicial, que busca a toda costa evitar la confrontación entre las partes involucradas en un juicio y desde luego, entre personal del Poder Judicial, ahora pende de un hilo. Pues ante la fractura que se originó con todo lo de la reforma, el terreno digital, más que una herramienta para la difusión de todo lo que significa la función judicial, se ha convertido en un verdadero campo de batalla. De ese modo, compañeras y compañeros de la misma institución compiten para denostarse entre sí, con el objetivo de viralizarse para incidir de forma directa en la población, o mejor dicho en el electorado, lo cual, al final de cuentas repercute de manera negativa en la noble laboral jurisdiccional.
En suma, más allá de influencers judiciales, lo que realmente necesitamos son profesionistas dispuestos a convertirse en Jueza, Juez, Magistrada o Magistrado y sobre todo que no prometan otra cosa que no sea independencia, imparcialidad, objetividad y profesionalismo a la hora de su trabajo.