SARA ANDRADE
Lo de estar crónicamente en línea es un defecto prefabricado por mis doctores. Ahora que no puedo hacer ejercicio pesado y que tengo estrictamente prohibida la bebida, me parece que todas mis oportunidades de disfrutar el allá-afuera se han reducido totalmente. Quizá, si lo deseara con la suficiente fuerza, podría encontrar una forma amigable de hacerlo, pero como me gusta hacerlo todo en detrimento de mi salud mental, me quedo en la casa, leyendo, escribiendo y entrando a Twitter para leer un hilo sobre cómo es que estamos a punto de entrar a la Tercera Guerra Mundial, con gráficas y gifs, como si se tratara de una publicación de Sopitas punto com.
Lo que me atormenta hoy es lo de la Tercera Guerra Mundial en específico. Mientras leo ese hilo sobre si es verdad que el ataque de Estados Unidos a Irán es el inicio del fin, me meto a Amazon a ver a cuánto cuestan las cajas de comida de emergencia. Unas cuestan la mitad de mi quincena, pero prometen alimentarte por dos meses, gracias a sus bolsas de aluminio llenas de huevo en polvo y macarrones con queso deshidratado. En el hilo, dicen que estallará un invierno nuclear y que el próximo revés del capitalismo será vendernos el sol, que durante tanto tiempo ha sido gratuito para los miserables. En MercadoLibre busco linternas, navajas y generadores de electricidad. Venden uno de 31 mil pesos que promete iluminar una casa entera. Lo guardo en mi carpeta de favoritas, solamente por si acaso.
En Twitter, el OP termina diciendo que todo es una especulación y que si la guerra nuclear sucede, sucederá dentro de ocho años. Pero yo, que puedo salvar mi vida o arruinarla con un clic en el celular, he decidido que si es verdad que los rusos van a acabar con la colonia Marianita en el centro de Zacatecas, es mejor estar preparada. Mi preparación, sin embargo, es puramente digital. Como los doctores me han recomendado no estresarme, le dejo el estrés a mi carrito de Home Depot, donde tengo un hacha, cincuenta metros de soga y un quemador de emergencia. No soy una “prepper”, pero estoy lista para serlo si la oportunidad se presenta. Justo como no soy una nihilista, pero leí a Turguénev por si acaso; o justo como no soy una cristiana recalcitrante, pero aprendí a rezar, en caso de que se requiera mi fe.
Lo que sí soy es una chica con un celular en la mano, lo cual me permite ser todo lo que quiera. Estudiosa en materia de diplomacia internacional, intérprete de pistas de Taylor Swift, la lectora más nicho de mi comunidad en Goodreads, escritora sin editor, profeta de Discord. Todas esas cosas que no tienen un valor en absoluto allá afuera, donde habita el pasto, las máquinas de pesas y las botellas de vino espumoso. Insisto: la culpa la tienen los doctores, yo no.