A Kiss in the Tunnel, de G. A. Smith
Por Gibrán Alvarado*
Para la mayoría de las personas, es normal asistir a una sala de cine u observar una película en la comodidad del hogar, hay quienes consideran este acto como un pasatiempo, un momento de relajación, otros toman esas horas frente a la pantalla como una ceremonia solemne, algunos prefieren compartir con alguien más esta experiencia y otros deciden hacerlo solos. Cada situación se adecua a las necesidades e intereses, pero lo que quizá pocas veces tomamos en cuenta es el origen de este arte cotidiano. Imaginemos vivir a finales del siglo XIX, si Nicéphore Niépce y la fotografía maravillaron a las personas, ¿cómo habrá sido la sensación de las imágenes en movimiento?
Los orígenes del cine son inciertos, varios inventos y personajes son considerados pioneros y relevantes en ese proceso, las proyecciones del cinematógrafo más difundidas en todo el mundo fueron las de los hermanos Lumiére, la más nombrada fue la que realizaron el 28 de diciembre de 1895 en una sala del Boulevard des Capucines, en París. Podemos ver en Youtube los documentales proyectados esa noche, trasladarnos a la sensación de un espectador de la época y dimensionar el acontecimiento, nada de pantallas IMAX, 4k y demás elementos que el mercado ha puesto ante nosotros, la simpleza de observar el movimiento.
A partir de ahí, varios empresarios y entusiastas siguieron realizando experimentos con ese aparato mágico y se comenzó a implementar un toque en cada uno de los “directores” que hacían de las suyas, porque empezaron a “contar historias”, no solamente mostraban el devenir cotidiano de sus pueblos y, si tenemos en cuenta la época, había situaciones que hacían partícipe al espectador para que completara o diera sentido a las imágenes, mostraban sin mostrar o lo hacían pero con una capacidad de montaje.
Un ejemplo magnífico de esto es A Kiss in the Tunnel (1899), de G. A. Smith, quien por medio de tres secuencias describe los acontecimientos en un tren, en los cuales un hombre y una mujer, aprovechando las circunstancias del viaje, se besan. El suceso destaca por ser presentado según el seguimiento de la cámara a través del recorrido por las vías y el ingenio de Smith al colocar su lente en el sitio adecuado, propiciar una composición que facilita acompañar a los protagonistas en su viaje.
Ver la belleza en lo simple es una capacidad que, poco a poco, se ha ido perdiendo en la experiencia cinematográfica, cada vez se muestra en la pantalla todo al gusto y placer de quien adquiere una entrada o utiliza plataformas, de esta forma, se producen películas que presentan todo su discurso sin dejar que el espectador realice el ejercicio reflexivo y analítico, por eso, de vez en cuando, es propicio ir a los orígenes y maravillarse en la sencillez de lo cotidiano, en la sencillez de un acontecimiento tan enigmático e indescriptible como un beso.