Lucero Magallanes
Lo peor en el día es despertar por la mañana y pensar en que pronto será de noche de nuevo y volverás a estar sola.
Despertar, abrir los ojos. ¿Y qué más hay? Levantarte somnolienta, lanzando un largo bostezo mientras estiras los brazos hacia el cielo, como implorando ayuda, compasión. Rogando porque la monotonía de la vida calme un poco al monstruo que llevas por dentro, esa bestia dormida que amenaza constantemente por despertar y atormentarte, como un sinfín de veces lo ha hecho antes.
La bestia que sabes no te dejará en paz por más visitas con expertos en la materia o que al menos dicen serlo, por más que ingieras esos diminutos miligramos de esperanza que dejan un sabor tan amargo, que sí, a veces funcionan y hacen olvidar la inmundicia de la vida y a las personas a tu alrededor.
Este futuro tan incierto y cero prometedor que atormenta y traiciona con promesas e ilusiones pasajeras, que calman el alma y duermen a la bestia para después en el silencio de la noche despertarla, recibiendo sus feroces colmillos en el cuerpo. Las alas se quiebran una vez más y los ojos se cansan, ya no quedan más lágrimas por derramar.
Te sientes seca y luchas contra eso e intentas introducir todo lo que puedas a tu cuerpo para no sentir ese vacío que aparece todas las mañanas. Te vistes y sales de casa, caminas hacia el rumbo de siempre como una máquina programada para sonreír cada vez que alguien, que esa persona, que parece tan distinta a ti se cruza en tu camino, pero olvidas, al menos unos minutos. Esa parte del día que lucha por destruir a la bestia en tu interior, te quedas estática fingiendo no tener pánico y te das cuenta de pronto que te encuentras rodeada de gente, miras al frente sin prestar atención, sonriendo de vez en vez, riendo otras cuantas, ante bromas sin sentido, absurdas y pesadas. Te das cuenta que ese no es tu lugar, no perteneces ahí ni a ningún otro sitio.
Estás sola por tu cuenta, sin poder encajar en ningún lado con ninguna de las mil personas que te rodean constantemente y ruegas en silencio que esto termine, quieres gritar tan fuerte para que alguien pueda escuchar esos ruegos y corran a tu encuentro, pero jamás puedes. Tu grito jamás ha sido escuchado, te preguntas si algún día alguien podrá oírte.
¿Qué es lo que quieres? Yo puedo contestarte. Quieres vivir sin esta miseria, pero no sabes cómo, no sabes con quién caminar por la vida, porque estás muerta y todos caminan en direcciones opuestas a la tuya.
Has tratado, lo sé, fingir ser normal y hacer todo lo que puedas para ocultar esa parte de ti con la cual estás en constante lucha y cuando dejas que alguien se acerque a ti muestras esa parte tuya “buena”, “amable”, “graciosa” y “sencilla” que realmente eres, pero cuando dejas que esas personas se acerquen demasiado mueres de pánico porque te das cuenta que tu bestia está a punto de despertar y nadie logra entenderla. Salen huyendo o huyes tú cuando los demás apenas están procesando esa otra manera de vivir la vida, a esa bestia feroz que mata y sucumbe ante ella. Esa bestia sarcástica, malhumorada, apática y negativa que hay dentro de ti. En ese momento es cuando hay una guerra en tu interior y no importa quién gane, porque al final siempre terminas encontrándote sola y preguntas ¿por qué a mí?
¿Qué hiciste para merecer esto? Te miras al espejo y no encuentras respuesta en tu reflejo, no hay nadie que pueda responderte. Te resignas a morir de poco a poco en cada respiración, en cada cigarrillo del día, en cada sonrisa falsa que regalas. Porque es lo único que puedes aportar a esta sociedad.
Sales de tus pensamientos porque alguien llama pronunciando tu nombre y te das cuenta que dejaste ganar una vez más a la bestia; así que levantas tu copa, bebes y sonríes como si nada estuviese pasando. Colocas una vez más tu máscara.
A veces hasta puedes decir unas cuantas palabras y, si estás de ánimo, alguna broma con la cual los demás ríen, eso te hace sentir que has triunfado porque las personas que te creen extraña se olvidan un poco de ello.
Una copa más, hay que mantenerte dormida, el licor comienza a mostrar sus efectos y tú comienzas a desinhibirte, olvidando que eres la pieza en el rompecabezas que no encaja.