ÓSCAR ÉDGAR LÓPEZ
Antes de que la alegría infantil se viese por completo coartada por los dispositivos digitales y la violencia circundante, era común que exploráramos el mundo dejando por ahí piel y sangre. En los primeros años de la década del ochenta del siglo pasado ya comenzábamos a sufrir la enajenación de los aparatos teleproyectores, el cine de acción nos volvía salvajes bestiecillas que un día recreábamos la escena final de Pelotón (Oliver Stone, 1986), cuando los “charlies” hacen papilla a Williem Dafoe, y al otro éramos todos Rambo en Afganistán. Nunca fui de futbol, mis heridas eran de las “guerritas” y luego de sufrirlas buscaba el regazo de mi abuela Rosa para que me curara con masajes locales adicionados con su saliva, mientras cantaba, muy tierna: “sana, sana, colita de rana, si no sana hoy, sanará mañana”, y uno se erguía redivivo y volvía a empuñar la metralleta que era un vil palo de escoba.
El profeta Jesús también curaba con la saliva, en los evangelios de Juan y de Marcos se narran los momentos en que otorga el don de la elocuencia a un tartamudo, además de abrirle los oídos luego de poner un poco de baba en la puerta del meato acústico; de forma similar regala a un invidente la dicha de la vista: con un poco de lodo formado con su saliva y aplicado luego como cataplasma sobre las cuencas yertas del hombre. Quizá por imitación del nazareno, el curandero mexicano conocido como Niño Fidencio también utilizaba su propia baba para curar, ya sea con frotamientos u ósculos celestiales. La ciencia apunta a que ciertos componentes como proteínas y enzimas en la saliva pueden ayudar a sanar heridas y por último ¿quién no se siente restaurado y aún más: energizado, por un poderoso beso baboso?
Baba Yaga es la bruja por antonomasia, su estampa cadavérica, montada en su escoba y su melena raída y gris corresponden a la imagen más arquetípica y difundida de una hechicera. Personaje medular de la mitología eslava, Baba Yaga gusta de echar mano de su saliva para diversos fines: maldecir, transformar, adivinar y crear pócimas mágicas. Es común en los relatos de mujeres que celebran pacto con Satán encontrar esta deyección como elemento sustancial de sus prácticas rituales, hasta la mexicana Hermelinda Linda la utilizaba en sus pócimas.
Iván Odín Barrios es un artista plástico cuyo tesón y disciplina lo han conducido a desarrollar técnicas de producción artística complejas en la gráfica y la pintura, una de ellas es la electrolisis o grabado electrolítico, en la que las planchas son sumergidas en un tanque con agua que se electrifica para lograr desgastes, texturas y marcas en el papel que luego serán estampadas en diversas superficies. Esta técnica ha sido una de las medallas de Barrios en cuanto a la exploración material y procesual en el arte.
El grabado “Pareja Baba” muestra a dos figuras avejentadas a las que presumo se trata de la bruja Baba Yaga en un doblez de personalidad, justo en el momento en que una de sus pócimas comienza a surtir efecto y el ambiente se enrarece y hay espumas y finos fideos de saliva. La matriz del grabado se trata de un trozo irregular de lámina que el artista atacó con un surtido abanico de calidades lineales, de un trazo expresivo y rico en florituras, podemos notar que la electricidad ha desgastado al metal y que al momento de la impresión se han logrado tonos y matices del blanco al negro pasando por grises en formas retorcidas y caprichosas que bien nos pueden provocar el pensamiento de que aquello es un estanque salivoso, producto de un beso mágico, un beso babiento que puede herir o curar.
Autor: Iván Odín Barrios
Técnica: grabado electrolítico
Instagram: @odinbarrios