Por Alberto Avendaño
Pedro Serrano nos entrega el ensayo La construcción del poeta moderno: T. S. Eliot y Octavio Paz, en el que analiza las similitudes entre dos de los grandes poetas del siglo XX, pero también nos da pistas de lo que es ser un “poeta moderno”. Dentro de las conclusiones se menciona la impersonalidad del poeta, cosa en la que estoy de acuerdo, pues el poeta de vanguardia pasa a ser impersonal, a diferencia de sus predecesores románticos o modernistas (excepto en el caso de Rubén Darío, quien muchas veces escribió desde la impersonalidad), Eliot rechaza la personalidad hasta su último poema “To my wife”; mucha de la poesía de Octavio Paz es impersonal, aunque también tiene poemas muy personales como “Canción mexicana”. Esta impersonalidad en la poesía del siglo XX no dio otra cosa como fruto que a todas las corrientes poéticas y grupos de poetas qué podamos imaginar —hasta a los más personales posibles, como los confesionistas—, toda poesía viene de la tradición, tanto de la ruptura, como de la continuación y la reinvención, por eso no es de extrañarse que sea un inicio necesario para acabar en tantas vertientes. Pienso en Francisco Hernández, poeta de una impersonalidad muy personal y en cómo él, que es una prolongación de la tradición, es también el puente para la poesía mexicana del siglo XXI, yo diría que es el poeta con más influencia sobre la producción actual en el país.
Otro de los puntos más importantes en el libro es el silencio. Todo poeta debe saber cuándo callar, cuando un poeta se extiende demasiado su obra más que ganar valor, lo pierde. Todo poeta tiene un límite de cosas que decir antes de repetirse y convertirse en el eco de un discurso mal vendido. Eliot supo cuándo callar, al igual que Paz, aunque el segundo lo hizo ya viejo, pero pienso en otros casos, como en Leopoldo María Panero, quien se vuele una repetición de sus obsesiones, que termina siendo tediosa. El silencio puede llegar de manera improvisada, como en el caso de Ramón López Velarde. Muchos críticos creen que si López Velarde no hubiera muerto a los 33 años se hubiera convertido en el poeta vivo más importante de su época, yo opino lo contrario, él es el gran poeta que apertura el siglo XX gracias a que murió de manera repentina, este silencio impuesto por la fuerza es lo que le da la oportunidad de ser un poeta de transición entre dos siglos y poéticas para no ser uno más que no pudo comprender los cambios de su tiempo. En Pizarnik pasa algo similar, ella se suicida y, así, se impone ese silencio tan necesario, antes de comenzar a repetirse calla con su muerte y nos deja a la gran poeta.
Eliot y Paz son unas de las figuras centrales de toda la poesía del siglo XX, ambos premios Nobel de Literatura, ambos inquietos ante los posibles escenarios venideros en la poesía, dos figuras que si no hubieran existido muy seguramente yo no me dedicaría a la poesía en este momento.
Pedro Serrano, La construcción del poeta moderno: T. S. Eliot y Octavio Paz,
Turner/UNAM, México, 2021.