Ezequiel Carlos Campos
Recordemos que lo místico busca trascender el lenguaje poético. Como segundo apunte en “En su ausencia: tres notas sobre poesía”, Eduardo Milán comenta: “Una poesía consciente de los procesos de trasformación del lenguaje poético […] buscaría superar el encierro del lenguaje poético en los límites de su propia inaccesibilidad, en los límites de su propia diferencia”, posición mística, dice. En esta ocasión, tomamos a Rubén Bonifaz Nuño.
La poesía del cordobés tuvo también una búsqueda al poema perfecto. Mucha de su obra son vivas imágenes de temas clásicos, poemas de amor, sonetos, endecasílabos, por ejemplo, La muerte del ángel, Tres poemas de antes, El manto y la corona. Rubén Bonifaz Nuño, al contrario de Vicente Huidobro, busca la hermosura y el ritmo del verso, que la palabra trascienda. No se aleja de la realidad, la utiliza, al fin y al cabo, ¿no es nuestra cotidianidad lo más poético en la poesía? Los poemas del mexicano son completamente coloquiales. “El problema de la poesía —de toda poesía real— es vencer esa inaccesibilidad y esa imposibilidad”, la poesía de Bonifaz Nuño hace la realidad accesible al poeta. En una primera etapa, aquellos poemas con versos medidos, de temas variados, el poeta rastrea la representación del mundo, y al igual en la segunda etapa, con poemas en verso libre, un lenguaje más complejo y la experimentación de estructuras, acentúa la importancia entre la forma y nuestro mundo, como en Los demonios y los días y La flama en el espejo: “Te lo habrán dicho ya: que nadie muere / de ausencia, que se olvida, que un lamento / se repara en otro, y es el viento / o la raya en el agua que se hiere”.
Rubén Bonifaz Nuño es un claro ejemplo de que el lenguaje poético busca la “realidad sin modelos interpuestos”. Se busca la relación entre el mundo y las palabras. Este tipo de poesía demanda, en el callar, esa realidad. En el ejemplo anterior, el poema señala que “le habrán dicho ya” a alguien, pero nosotros sabemos que, en efecto, no se ha dicho nada. ¿Cuál es aquí la realidad inaccesible? El amor de la amada… La voz poética no podrá tenerla, su “callar” es el no poder decirle a ella. Eduardo Milán, respecto a esto, comenta: “En el callar de la palabra poética estaría planteada su contradicción, su aspiración al silencio que, por otra parte, re-significaría el tópico de la cortedad del decir en el cuidado por la palabra, en su sopesarla. Todo decir es un decir amenazado por el silencio y, también, es un decir que no alcanza”.
En ese sentido, la poesía de Bonifaz Nuño es mística, tomando el concepto de Salvador Pániker. Otro ejemplo de lo que en el texto de Milán se encuentra la “cortedad del decir” (la búsqueda de relación con una realidad inaccesible) es el poema “La canción de amor de J. Alfred Prufrock” de T.S. Eliot, sin dejar de lado, claro, su Tierra baldía.
Eduardo Milán dice que la poesía de Paul Celan es el más grande tópico de la “cortedad del decir”, ya que el poeta tuvo una vida trágica: la muerte de sus padres en el holocausto: “En esa pérdida no sólo el habla está perdida: también lo está la escritura desde una lectura que ve esa barbarie como la literalización del componente mítico-simbólico en nuestro siglo […]”. Sí, lo es, también en la poesía de Eliot encontramos el mismo caso. John Berryman, en “El dilema de Prufrock”, señala que “El poeta habla, en este poema, de una sociedad estéril y suicida”. No está condenada la civilización, sino que se dramatizan los resultados, como la destrucción de amar, en el caso de Prufrock, que quiere pedir matrimonio a alguien, pero nunca logra hacerlo. Dice Berryman: “De hecho, es una especie de catálogo de las penas que la civilización ha impuesto a la vida instintiva del ser humano que le han costado la libre expresión del miedo, del disgusto, del remordimiento, y de una serie de responsabilidades intolerables”. Prufrock escribe: “Y hubiera valido la pena, después de todo, / hubiera valido la pena, / después de las puestas del sol y de los patios y / las calles regadas”. No obstante, en La tierra Baldía se expresa el desencanto y el dolor de la generación que vivió la Primera Guerra Mundial, comenta José María Valverde que “[La tierra baldía] como símbolo de una época de desintegración, que trataba desesperadamente de poner algún orden en el creciente caos aplicando mitologías y formas heredadas del pasado”. Es la sociedad, la época, la que habla en los poemas, no Eliot. La poesía de Eliot es caótica, así como el mundo.
Milán dice en su tercer nota: “[…] la poesía es un modo del lenguaje que atiende, en primera instancia, a sí mismo”. El lenguaje poético del siglo XX adquiere una doble condición: la que actúa por una relación con la realidad y la que no. Los ejemplos anteriores sirvieron para señalar lo que una larga tradición poética nos ha dejado, poetas de principios del siglo anterior, los de las primeras décadas y sus rupturas con la realidad, y las fracturas por diferentes conflictos históricos que la causaron, así como los de medio siglo, aquellos que regresaban a una estabilidad en el lenguaje poético porque la relación entre nuestro mundo y la poesía es cercana. Y seguiremos viendo, ahora, que el culto así mismo del lenguaje poético seguirá en pie, con la entrada de la información y el regreso a las formas de vanguardia (la nueva poesía), el amor por lo estético, el poema por el poema. Y por eso Huidobro sigue leyéndose, por eso la obra de T.S. Eliot es compleja, y la poesía de Rubén Bonifaz Nuño llega en mejor sentido al público lector.
La capacidad de dar mundos es el dominante común de la poesía del siglo pasado, el anhelo, también, de las nuevas generaciones.