SARA ANDRADE
Últimamente tengo la sensación de que nos componemos de vapores. Ya no solidez en la manufactura de nuestra identidad, sino la ligereza de un gas, que pueda acomodarse en cualquier espacio, adentrarse a través de cualquier resquicio, tomar la forma de las manos que intentan apresarnos.
No digo que sea malo o bueno, porque ése no es el punto. Es una observación que hago cuando veo las circunstancias de mi tiempo, las actitudes de mis coetáneos y los flujos de mi propio pensamiento. Mientras que hace unos años, nuestra identidad en Internet parecía estar hecha de piedra, mármol en columna jónica, ahora me parece que entre menos solidez tengamos, más podremos adaptarnos a las violencias de vivir en todos lados en todo momento.
Parece una paradoja que en los tiempos en los que tenías que construir manualmente tu perfil de MySpace o tu página de Geocities, cuando todos éramos anónimos, un nombre inventado a los 10 años, un montón de números y sin foto de perfil, parecía que nuestras interacciones con el mundo digital eran más reales. Quizá porque todavía teníamos que marcarnos por teléfono para saber de cada uno y a la escuela íbamos de manera presencial. No deja de sorprenderme que entre más nos adentramos a esta nueva forma de interactuar en la web, todo comienz a perder consistencia: nuestros amigos, nuestras opiniones, nuestro gusto. Ahora ya no aceptamos amigos a nuestras redes sociales para conectar, sino para subir el número en un marcador arbitrario. Ahora somos radicales fanáticos que no aceptan otra visión del mundo salvo la nuestra. Ahora pasamos de tendencia en tendencia, de canción viral en canción viral, de película del verano a película de verano.
El que surfea la ola es más atractivo que el que construye una casa en la playa, simplemente porque la novedad del movimiento constante, del subidón de dopamina, es más adictivo que el lentro progreso de la personalidad. Nos convertimos en pequeños Taylor Swifts, atrapados en el bucle psicótico de reensayar nuestra vida a través de eras, de estéticas o de procesos biológicos. Cuando era niña estaba en mi flop era, porque no tenía control de mi vida. En la adolescencia estaba en mi emo era. Ahora que soy adulta, estoy en mi brat summer era, porque eso es lo que están haciendo los demás y yo no quiero estar sola en la Sara Andrade era, que no es popular, que es la que solamente yo he vivido, que no es un tag en TikTok, que no es viral en Twitter.
El construir un yo que sea sólido y nuestro no está de moda. Ser tú mismo, con sus aristas afiladas, tus oscuridades, tus magulladuras no es cutesy ni demure. Tenemos que deshacernos de los bordes y convertirnos en un vaho que las multinacionales puedan meter en el cubo consumista del momento. Y cuando ya no les sirvamos de nada, nos abrirán la puerta y nos ahuyentarán de nosotros mismos como quien barre polvo de su casa hacia la calle.