ANA RODRÍGUEZ MANCHA
El sistema cardiovascular está compuesto de dos grandes estructuras en el organismo: el corazón y los vasos sanguíneos. El primero, a diferencia de lo que se ha comercializado como el símbolo del “amor”, sólo es un órgano hueco, contráctil y bombeador de sangre que permite el transporte de oxígeno por todo el cuerpo, que, en sinergia con la tubería interna llamada vasos sanguíneos, permite una distribución homogénea e imprescindible, semejando un circuito altamente especializado de salida y regreso de sangre en el mismo punto de partida. Macello Malpighi (Medico Griego) ya se describía tres tipos de conductos: las arterias que se mueven al unísono con el que late el corazón (pulso), las venas que son poco gruesas y poseen válvulas internas para evitar el regreso de la sangre y por último, pero no menos importantes, los capilares que son vasos finos donde se realiza el intercambio de gases.
La insuficiencia venosa crónica es una enfermedad en la que las válvulas de las venas no funcionan correctamente, para transportar la sangre hacia el corazón, es decir, que la sangre que debería seguir un flujo ascendente unidireccional desde la planta de los pies hacia el corazón de forma normal, de alguna manera se “estanca” por la incapacidad de las válvulas secundado por una destrucción de las mismas o por un defecto idiopático de la pared del vaso. Y entre algunos factores de riesgo son el género, donde la mujer suele ser más afectada con una distribución cinco a uno con los hombres, igualmente la edad avanzada, la historia familiar de insuficiencia venosa “várices”, la obesidad, el embarazo, el sedentarismo y el ortostatismo prolongado (estar de pie por periodos prolongados), presenta una evolución crónica, progresiva y un deterioro en la calidad de vida e incapacidad laboral.
Esta enfermedad puede ser silente o doliente, ya que puede presentarse con síntomas en ausencia de signos clínicos, pero también puede presentar signos evidentes en ausencia de sintomatología, algunos síntomas característicos es pesantez, dolor o calambres de piernas de predominio vespertino o nocturno, prurito (comezón), cansancio que empeoran con estar de pie y mejoran los síntomas con el decúbito (acostarse), el clima frío o la elevación de extremidades inferiores; en la exploración y búsqueda intencionada de signos se encuentra telangiectasias (venitas de aspecto de araña de coloración roja), abultamientos o tortuosidades venosas, edema (hinchazón) e hiperpigmentación de la zona del tobillo.
De manera preventiva se recomienda corregir la obesidad o sobrepeso, evitar el sedentarismo y el ortostatismo prolongado, utilizar prendas y calzado cómodo, uso de tacones de no más 3 centímetros, ejercicio como natación o caminata, evitar estreñimiento, activar a las personas que cursan con periodos prolongados de sedestación (sentados) con más de cinco horas, ejercitando la pantorrilla con flexiones y extensiones, así como movimientos circulares del pie, uso de medias o calcetín elástico a la medida del paciente y evitar el uso de terapia hormonal. El tratamiento deberá ser individualizado con el uso de flebotónicos como la castaña de indias o la diosmina para calmar la sintomatología, o el uso de pentoxifilina en pacientes con complicaciones como la úlcera venosa, todo absolutamente supervisado por su médico o médica de familia.