ENRIQUE GARRIDO
Resulta frustrante escribir algo cuando tenemos un bloqueo creativo. Nos enoja y nos pone de malas. Pongamos un ejemplo totalmente fantástico y casi de ciencia ficción: un columnista quiere escribir, pero tiene otros pendientes que atender. Su cabeza es un torbellino de ideas, tiempos muertos que se mueven entre los pros (productividad y procrastinación) y muchos contras. ¿Qué le recomendarían? Tal vez hablar a su medio y decir el ya clásico: «Nomás no salió» o «Cual gallina, pujé y el huevo se quedó atorado».
El bloqueo creativo es tan irritante, pues se entra en un loop de repeticiones donde las telarañas nos cubren la cara y es un constante limpiarnos. Parecido a la tortura sisífica de lavar platos. Agatha Christie dijo: “Los mejores crímenes para mis novelas se me han ocurrido fregando platos. Fregar los platos convierte a cualquiera en un maníaco homicida de categoría”, y la ira aumenta.
Volvamos con el ficticio columnista. Su frustración crece y siente empatía con Jack Torrance. Antes de tomar el hacha, decide desahogarse. Escribe: «Carajo». Es liberador: C-A-R-A-J-O. Qué bonito suena. Luego C-H-I-N-G-A-D-A-M-A-D-R-E, y así con cada una de las expresiones que harían persignar a las señoras los domingos. Ustedes pensarían que está al borde del brote psicótico, pero en realidad está sanando, entrando a un estado zen.
En recientes fechas un equipo de investigadores de la Universidad de Nagoya, en Japón, publicó en Scientic Reports un estudio que investigó la relación entre la palabra escrita y la reducción de la ira. De acuerdo con Nobuyu Kawai, principal investigador, escribir tus emociones negativas en un papel y luego destruirlo puede eliminar casi por completo el sentimiento de ira, de hecho, se elimina casi por completo. Ahora bien, es importante señalar que es efectivo siempre y cuando tiren el papel a la papelera, o lo destruyan, ya que los participantes que así lo hicieron volvieron a su estado inicial tras deshacerse del papel. Por su parte, los participantes que conservaron una copia impresa del insulto experimentaron sólo una pequeña disminución de su enfado general.
A grandes rasgos es expresarse, sacarlo, en un entorno seguro. Alejandro Jodorowsky decía que el rencor, el odio, o la ira “es el veneno que te tomas tú, pensando que mata al otro”. Por ello es importante liberarse de estos malos sentimientos que nos afectan, no sólo en la vida diaria, sino incluso en los entornos creativos. A pesar de que existe una creencia de que un artista con enojo crea mejor, la verdad es que nubla mucho, entorpece. Para David Lynch, los creadores deben meditar y purificarse antes de realizar su obra, pues esas emociones representadas en el arte están bien, pero son un lastre cuando se hace arte.
Qué mejor que purificarse a través de la palabra escrita, pues siempre ha sido un proceso de autoconocimiento que también implica lidiar con nuestra parte oscura. La hoja en blanco es un gran psicólogo, es un espacio a llenarse, es encontrarnos en las líneas. Quizás lo único peligroso sea no destruir el texto escrito con las vísceras y enviarlo al editor. Afortunadamente, sólo hablamos de un columnista en un escenario ficticio, ¿o no?