
ALBERTO AVENDAÑO
Desde niño he fantaseado con conocer la Antártida, esa nada blanca cubierta de ceguera. No creo que exista algo más poético que el blanco sobre blanco cayendo en un sinfín de ecos, como una premonición del después de la muerte.
Entre toda la perfección y la pureza del blanco y el frío (¿acaso no hay un sentimiento más perfecto que el frío?, en el universo todo avanza hacia él.) Aparece Antártida (fondo de cultura económica, 2023), de Fabián Espejel, un libro que podría ser una metáfora de sí mismo (por su falta de emoción).
El libro nos cuenta (¿por qué los poetas contemporáneos piensan que la poesía se trata de contar? Para contar cosas existe la narrativa.) La historia del noruego Roald Amundsen al polo sur en 1911, una expedición que parece épica hasta que reflexionas en ¿qué se puede esperar de explorar el polo sur a principios del siglo xx?: pues frío y muerte, ni modo que algo más. Entonces tenemos frío y muerte y también bitácoras, cartografía, recursos muy a la Ezra Pound (sin su maestría, claro), pero no poesía. Se nota la elaboración del libro como proyecto, es un manuscrito pensado y tallereado para ganar, tiene estructura muy bien hecha, disciplina, frío, nieve (sí, una y otra vez) y todo lo que uno pensaría que se necesita para hacer una gran obra, pero le falta lo más importante: poesía. No recuerdo una sola frase o un verso del libro, sé de qué va, entiendo su complejidad, pero no recuerdo nada poético en él.
La poética de los últimos años en México se ve muy influenciada por Francisco Hernández, quién cierra de manera magistral el siglo XX con su estilo revolucionario en el que la poesía documental apunta hacia su máximo. Después de Francisco Hernández surge Christian Peña, quien alcanza el tope de esta vertiente poética. En Christian Peña todo es una epifanía poética, en Espejel no. Entiendo que el libro de Fabián mereció el premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes por la tremenda disciplina con la que fue escrito, también pienso en los jurados dando el premio el libro con mayor unidad temática y rítmica, pero ni con toda esa maestría técnica logra convencerme como lector de poesía de que ahí sucede la acción poética, creo que sucede la búsqueda poética, mas no el encuentro.
A mi parecer Antártida es un libro repetitivo, uno más de los tantos libros premiados año con año en el país que ofrecen la misma fórmula para hacerse del premio. En lo personal espero que esta etapa de la poesía mexicana termine pronto. Como ya lo dije, Francisco Hernández ya hizo lo suyo y Christian Peña lo innovó, ahí ya para el asunto. Ya no hay porque querer hacer poemarios documentales aburridos que sólo van a ser leídos por los poetas a los que se los regalemos en los encuentros de poesía (y eso con suerte, yo tengo montones de libros regalados que ni he hojeado). La poesía es ese blanco sobre blanco con posibilidades infinitas que no sabemos aprovechar, toda esa blancura nos ciega y nos seca, al final sólo somos enciclopedias de datos poéticos en los que la poesía sólo nos nace cuando evocamos esos datos, cuando debería de nacer el interpretar toda esa nieve inútil en nuestras cabezas. No es triste lo que pasa con la poesía contemporánea, es su camino natural hacia la entropía que apunta el universo, y eso en sí tiene más poesía que la estampa antártica del joven y laureado poeta.