Arturo Aguilar
La cosecha ya recogida, la luz del sol perdiendo cada vez más su fuerza, el frío que penetra hasta los huesos y un número considerable de fiestas y eventos son muy de diciembre. Así como en el día de muertos apetece leer a los grandes del terror, en Navidad se antoja leer no sólo sobre el nacimiento del nazareno, sino también otros libros. En esta época las familias suelen reunirse con los papás a entonar cánticos del acostamiento, a comer tamales, a beber para entrar en calor, a darse los buenos deseos y las mejores vibras, a abrazarse y festejar estar juntos y unidos. Sin embargo, no siempre es así. No siempre la unión y comunión (no en sentido religioso) que es lo ideal es lo que se lleva a las calles.
La historia está plagada de ejemplos de la desunión, la fragmentación, el quiebre en las relaciones humanas. Paradójicamente el origen de las sociedades se halla en la unión de personas para hacer frente a los peligros fuera de las cavernas, a las fieras, al clima y a todo lo que amenazara su vida. La comunicación tuvo un papel vital en esa unión de los seres humanos. Su importancia va desde cómo armaban las estrategias para cazar animales y alimentarse hasta en cómo pasaban el tiempo sentados en derredor de una fogata contándose historias que servían para unir aún más a quienes lograban entenderlas.
En México también se habla de una separación. No es nuevo. Octavio Paz en su Laberinto de la soledad mencionaba la existencia de dos Méxicos. Otros ejemplos de los enfrentamientos que a lo largo de su historia México ha padecido sobran en la historia, pero la literatura les da un extra. El padre de la literatura mexicana dejó grandes obras que relatan magistralmente cómo era nuestro país en su tiempo, pero no quiero hablar de El Zarco o Clemencia. Ignacio Manuel Altamirano escribió La navidad en las montañas, obra que me resulta atractiva y genial por su trama sencilla, sus descripciones bucólicas y montañeses, por la belleza de sus expresiones y por su carácter fundacional.
Cuando los españoles llegaron y la separación de castas se dio (tampoco eran nuevas tales separaciones) un grupo de insurgentes inició una lucha que pronto chocó con los realistas; pasó el tiempo y la fragmentación seguía ahí. Separación que prosiguió con bandos opuestos. Insurgentes contra realistas, después centralistas contra federalistas, también republicanos contra monárquicos, también liberales contra religiosos, también yorkinos contra escoceses. A Altamirano entre sus tantas grandezas se le reconoce la creación de un periódico literario donde tenían cabida textos de los escritores sin importar sus bandos. La literatura estaba más allá de todo ello. Maestro de maestros. Se sabe sobre su labor educativa. La educación está más allá también de todo aquello. Con todo y diferencias, con todo y enemistades siempre hay algo que une. La navidad en las montañas guarda esa intención en sus páginas, en sus personajes, en sus palabras. En esa obra cabe todo México.
Un oficial de la Guerra de Reforma, donde hallamos otra fragmentación entre liberales y religiosos, con su acompañante llega a un páramo donde se encuentra con un cura español que les da alojamiento en la comarca donde está su iglesia. A primera instancia, resuena la ironía de que un cura español se proponga ayudarlos, primero porque es cura y la guerra es para quitarles poder, segundo porque España y su antecedente en la Guerra de Independencia sigue ahí, pero el protagonista acepta y marchan hacia el pueblo. En el camino la conversación desenvaina las personalidades de cada uno y el guardián de la Reforma queda anonadado y en llanto. El cura hace críticas atinadas, forjó una bella escuela, enseñó a variar las cosechas dependiendo del tipo de suelo, consiguió preceptor. Todo para bien de la comunidad.
Su presentación puede ser falaz, pero lo que termina de convencer al lector y al protagonista de su veracidad es cómo uno a uno y con una candidez digna de personas que realmente admiran al cura, van contando sus acciones en pro del bienestar general dentro del margen de derecho. Más aún, amplían el relato de quien les ofreció asilo y recalcan la importancia de él para esa comunidad. El reformista se llena de dicha y alegría por haber conocido a un digno representante de su labor en el contexto en que se hallaba México y que era de carne y hueso y no sólo de ficción. Como evento que cierra sus días en ese pueblito presencia un drama shakesperiano a la mexicana.
La joven Carmen, aconsejada por su familia, rechazó una vez al joven Pablo, éste de ser un manojo de virtudes desciende a los vicios más bajos y comienza a dar problemas y es enlistado para que el pueblo se libre de él. Tres años después regresa como el manojo de virtudes que era y aún más y Carmen confiesa que sí lo amaba. El cura le dijo a su invitado que esa noche tendría culminación todo ello y rogaba que las cosas llegaran a buen puerto. Al final se aman, se reconcilian y emprenden a partir de ahí una nueva vida unida. El oficial también reanuda su viaje llevando los días ahí en su corazón plagado de alegría.
La navidad en las montañas se convierte así en la utopía de la unión, en una obra fundacional que tiene como fin exhortar a la unión y armonía, a tener en cuenta que más allá de los bandos debía haber un proyecto nacional para la tierra que defendían a su manera. Se convierte así en una novelita corta que me resulta imprescindible en esta temporada por su belleza, ternura, ambientación y por recordarnos que en este mes no sólo son regalos y fiestas, sino que hay cosas mucho más importantes que dan alegría a los días, cosas que no se pueden tocar o medir, pero sí se sienten y dan calor al corazón entre tanto frío.