Diego Varela de León
De acuerdo a los usos y costumbres de nuestra sociedad, el pasado lunes 20 de noviembre se festejó el 113 aniversario de una de las gestas armadas que se han protagonizado en nuestra nación mejor conocida como la revolución mexicana, festejos que con el desfile conmemorativo y las verbenas en los diferentes puntos geográficos de nuestro país, año con año se llevan a cabo para recordar los actos heroicos de quienes participaron activamente en dicha lucha armada, sobrevenida de un régimen plagado de autoritarismo y una sociedad con grandes asimetrías sociales en las que el pueblo por necesidades políticas, sociales y sobre todo económicas insatisfechas que nunca fueron cubiertas por medios democráticos y menos pacíficos, lo cual fue el caldo de cultivo perfecto para que la revolución estallare derivada de un terrible malestar y opresión social.
Para algunos historiadores, la Revolución Mexicana es una lucha inconclusa que no recogió los frutos esperados por los cientos de mexicanas y mexicanos que ofrendaron su vida, para que al final del día sólo hayan sido destellos de lo que realmente eran los anhelos de una sociedad atropellada, y que el resultado haya sido el nacimiento de otro grupo de poder “emanado de esa lucha” que se postergara durante más de 90 años de hegemonía no menos autoritario que el anterior por el cual lucharon y terminaron por convertirse en más de lo mismo, y durante décadas el pueblo tuvo que vivir igual que antes de la Revolución que no sirvió de nada porque sólo cambiamos de verdugos, pues al revisar la historia previa a la Revolución se vislumbran un cúmulo de sufrimientos que pasaron tanto los ideólogos como los que participaron en la Revolución, y que aun después de la promulgación de la Constitución del diecisiete fueron encarcelados, golpeados y maltratados e inclusive asesinados para silenciarlos, caudillos que eran fieles intérpretes de los deseos y pensamientos de la Revolución Mexicana, como Madero, Villa, Zapata, Natera, Felipe Ángeles, Tomas Urbina y Maclovio herrera sólo por mencionar algunos de los tantos que ofrecieron alguna esperanza de una vida mejor y que nunca titubearon en entregar su vida a cambio de esa esperanza y que al final de la gesta o el mal llamado triunfo de la revolución depusieron las armas porque se esperaba que la nación como el fénix renaciera de las cenizas en mejores condiciones políticas, sociales y económicas.
Desde hace un lustro la mayoría de las mexicanas y mexicanos decidimos dar los primeros pasos de una nueva revolución, después de la hegemonía de un poder que nunca interpreto fielmente el verdadero sentir y deseo del pueblo, una la revolución distinta, basada en el pensamiento que da pie a la idea y acción de una nación más democrática, justa, prospera, igualitaria, y solidaria, donde el esfuerzo permanente de las mujeres y hombres que verdaderamente deseen servir a la nación desde el quehacer gubernamental se enfoquen en la tarea de conjugar un binomio congruente con la responsabilidad del verdadero y auténtico espíritu de servicio a la sociedad, y de igual forma cada miembro de nuestra sociedad al unísono con el gobierno, avancemos con pasos firmes en la conquista de los anhelos de aquellas y aquellos que lucharon y pensaron en una mejor nación.