Por Diego Varela de León
Entre cientos y yo quizás miles de definiciones de la seguridad pública, podemos decir que ésta “representa la base fundamental de la convivencia, confianza y respaldo para la ciudadanía” y siendo una de las tantas obligaciones de los gobiernos en sus diferentes órdenes, que es el de prestar un servicio de seguridad pública adecuado.
Bajo esta premisa, enunciada en el plexo normativo, entonces deberíamos de contar con cuerpos de seguridad pública que prevengan y salvaguarden la integridad física y patrimonial de la población, que respeten los derechos humanos, que sea honesta y transparente en su actuación, eficiente y respetuosa de la ley, que tenga mano firme contra la delincuencia y trato amable, cordial y humanitario con la ciudadanía.
Debemos entender por prevención social de la violencia y la delincuencia al conjunto de políticas públicas, programas y acciones orientadas a reducir factores de riesgo que favorecen la generación de violencia y delincuencia, así como atender las causas y factores.
Y entre tantas funciones y objetivos específicos que legalmente tienen los diferentes cuerpos policiales, sin duda es la prevención del delito, ya sea mediante normas jurídicas que desalienten las conductas delictivas, en razón de la posible penalización a la que pudiera hacerse acreedor una persona antisocial por la comisión de un delito o falta administrativa, así como también a través de la educación mediante la promoción de valores encaminada a una cultura de la legalidad en los ciudadanos, su concientización en el aspecto cívico, por medio de diferentes actividades recreativas o deportivas y de sano esparcimiento.
Sin duda el tema de la prevención del delito es la manera más sana y menos costosa tanto para el Estado y la propia ciudadanía para contener las conductas antisociales, ya que mediante los programas o métodos que implementen se podrán evitar dichas conductas antisociales, sin necesidad de que se eche a andar todo el andamiaje de los eslabones de la seguridad pública una vez que se hayan cometido los distintos actos criminales, pues esto sin duda resulta más costoso que la antelación en la prevención.
Subrayando que unas de las formas evidentemente más exitosas para la prevención del delito sin duda son el apoyo y la confianza que pudieran tener los ciudadanos para con los distintos cuerpos de policías, en razón de que dicho vínculo es de suma importancia, pues teniendo la participación ciudadana en labores de prevención, obviamente las conductas antisociales disminuirían significativamente.
Un ejemplo claro de lo anterior es lo que comúnmente se conoce como “el policía de barrio” (agente policial que tiene estrechos vínculos de confianza y amistad con los habitantes de una colonia, barrio o comunidad, donde presta sus servicios como representante de la ley), y no es retroceder en el tiempo, sino el hacer Benchmarking como un método de gestión que busca encontrar las mejores prácticas con el fin de desalentar la comisión de conductas antisociales.
Igualmente y no menos importante, en un tema de capital importancias, es la atención al desarrollo integral de las personas que sirven como policías y es que dichos servidores públicos tengan un adecuado desarrollo integral tanto personal, institucional y profesional, y si esta premisa se da, en consecuencia su actitud de servicio ante los ciudadanos será notoria, por lo tanto, obtendrá la confianza de los ciudadanos, para que de manera conjunta sociedad y servidores policiales puedan llevar a la práctica las labores de prevención.
El otro tema toral para que toda actividad pueda llegar a buen puerto es sin duda la ciudadanía, pues una sociedad educada y enfocada en una cultura de la legalidad, difícilmente podrá poner su atención y menos en la realización de conductas antisociales que afecten a los demás miembros del conglomerado social, una sociedad encaminada al enaltecimiento positivo de los valores morales y cívicos que nos caracterizan como familia mexicana, enfocadas en actividades deportivas, culturales y recreativas, es decir todo lo que encauce al ser humano a una convivencia más armónica y civilizada.