CAROLINA DÍAZ FLORES
La columna de hoy será congruente con las evidencias científicas que respaldan que el género en sí mismo y, por lo tanto, la desigualdad que de él deriva son un asunto crítico para la salud pública. La posibilidad de que México tenga a su primera presidenta es un evento que trasciende fronteras y tiene implicaciones significativas tanto a nivel nacional como internacional. Este momento histórico no sólo representa un avance en la lucha por la igualdad de género, sino que también puede influir en la política, la economía, la salud y los derechos humanos en todo el mundo.
1. Hito en la igualdad de género:
La llegada de una presidenta a la cima del poder político en México simboliza un avance crucial en la igualdad de género. En un país donde las mujeres han enfrentado históricamente discriminación y violencia, la elección de una mujer a la Presidencia podría inspirar movimientos similares en otras naciones. Este liderazgo femenino puede motivar a más mujeres a participar en la política y en la toma de decisiones, promoviendo una representación más equitativa, donde las mujeres se consideren, se tengan en cuenta y donde existir siendo mujer no sea sinónimo de ser víctima de violencia. Y sólo por mencionar, que solamente el 18% de las empresas a nivel global, son dirigidas por mujeres, aun cuando somos más de la mitad de la población mundial, es un ejemplo, de cómo las puertas para la adquisición de poder, ya sea económico, político o simbólico, las mujeres hemos tenido esas puertas cerradas.
2. Un ejemplo para América Latina:
México, como una de las economías más grandes de América Latina y el mundo, tiene un papel influyente en la región. La elección de una presidenta podría cambiar la narrativa política, fomentando la inclusión y el empoderamiento de las mujeres en países cercanos. A medida que las mujeres en el liderazgo se vuelven más comunes, se pueden esperar políticas más progresistas que aborden problemas como la pobreza, la educación y la salud, que las mujeres y TODOS viven de manera cotidiana, sin que se hagan visibles y, por lo tanto, no se aborden en la vida pública de los países.
3. Impulso a políticas sociales:
Una presidenta podría (y esperemos que así sea, o la historia la juzgará) priorizar políticas que atiendan temas críticos como la desigualdad social, el acceso a la salud y la educación. La implementación de programas enfocados en la equidad de género y la protección de los derechos humanos podría servir de modelo para otros países que enfrentan desafíos similares, pero que han tenido menos oportunidades de consolidarse como naciones donde las mujeres tienen cabida en la toma de decisiones.
4. Influencia global:
La elección de una mujer como presidenta en un país con la influencia de México también tendría un impacto en la política internacional (somos la economía número 15 a nivel internacional). Podría fortalecer la voz de México en foros globales, promoviendo agendas que incluyan la justicia social, el desarrollo sostenible y los derechos de las mujeres. Este liderazgo podría contribuir a la creación de alianzas internacionales que aborden cuestiones globales como el cambio climático, la migración o la violencia de género.
5. Cambio en la percepción de liderazgo:
La elección de una presidenta también desafiaría los estereotipos de género en el liderazgo. Al romper con el paradigma tradicional, se enviaría un mensaje poderoso sobre la capacidad de las mujeres para liderar en todas las esferas, animando a otras naciones a reconsiderar sus propias estructuras de poder.
La realidad de tener a la primera presidenta en México no es sólo un evento de interés nacional; es un hito que puede resonar en todo el mundo. Este avance en la representación de las mujeres en el liderazgo tiene el potencial de transformar sociedades, fomentar la igualdad de género y promover políticas que beneficien a toda la población. La atención que genera este acontecimiento refleja su importancia y su capacidad para inspirar un cambio global.