Por Adso E. Gutiérrez Espinoza
Al trabajar en un fondo o empresa editorial, es importante considerar los criterios con los cuales se trabaja para el cuidado de cada proyecto, sean libros o revistas. Tales criterios, si bien parten de ciertas reglas ortográficas y sintácticas, provenientes en este caso del español, son las pautas con las que los productos se diferenciarán de otros pertenecientes a otras editoriales y a la vez se identificará con ese sello editorial. Por supuesto, los criterios deben ser considerados en las estrategias de quien corrige para que ese producto sea identificable —para quien no trabaje en una editorial y sea independiente, lo recomendable sería que estableciera los propios. En el caso de La sirena cibernética se siguieron criterios preestablecidos, que también permitieron resolver situaciones comunicativas, como el uso de extranjerismos o frases en otro idioma, el uso de la puntuación y otros signos (en especial, las comillas), aunque estos criterios, lejos de ser reglas, advierten la necesidad de atender la reflexión de los productos editoriales.
¿Cómo se pensó La sirena cibernética? Conversando con su autora hace unos días, ella señaló que partió de la premisa para contar cómo se comunica en estos días, bajo la influencia de los distintos cambios sociales y el crecimiento y desarrollo de redes sociales y aplicaciones de interacción entre individuos. Además de que, esto lo advertí con la lectura del libro, hay una crítica al capacitismo y a situaciones incapacitantes que viven las personas con discapacidad. Básicamente, momentos en los que se cuestionan su integridad como seres humanos y su desempeño, sin ver los procesos y las condiciones médicas. Por otro lado, el libro surgió como un ensayo literario para reflexionar, partiendo de los conceptos lingüísticos, las experiencias familiares de la autora con su hermano con debilidad auditiva, sus abuelos y su formación académica en los estudios sobre la tradición oral. Considerando lo anterior y los criterios editoriales ya se puede establecer parte de las estrategias para solucionar problemas editoriales, aunque es relevante la comunicación entre el autor y quien corrige.
En todo momento, la correctora de este libro —una de mis colegas, quien llevó el cuidado desde su recepción como manuscrito hasta las últimas precisiones en el libro formado— se comunicó con la autora, considerando en todo momento las partes del proceso (el autor, el diseño, la institución y el público).
Otro de los momentos es la parte del diseño, que considera los forros y los interiores del libro, esto a partir de la diagramación y el diseño para ofrecer un producto de calidad. En este caso, la diseñadora pensó en varias propuestas de los forros —en cuanto a los interiores, la editorial ya contaba con unos diseños determinados para cada colección—. Colores, líneas y propuestas de barniz para ciertas áreas hasta que finalmente se llegó a una, con la que se fue a imprenta. Después de la formación del libro, la correctora y la diseñadora, a partir de la comunicación entre ellas y la autora, definieron y corrigieron los últimos detalles para después ser aprobado y enviado a la imprenta.
Entre la formación y la impresión del libro atraviesan dos momentos: aplicación de correcciones ortotipográficas —es decir corregir los últimos errores ortográficos y de puntuación, aplicar recursos tipográficos y unificar criterios editoriales y de diseño—, y pruebas de impresión —revisión de tintas (colores, tonos y rebases) y de imágenes (en caso de tener), tipo de papel y cortes y el texto propiamente dicho. Tras estos procesos, que por supuesto van guiados también por los coordinadores de las áreas, se manda a la imprenta, claro ya con la conclusión de los procesos legales correspondientes, trámite de derechos de autor y registro ISBN.