PARTE III
Por Jimena Cerón
La sociología es en mi vida un reconocimiento, una aceptación a mi ser y a mi vida, eso: un oficio. La semana pasada culminé con esa frase porque a unos cuantos días de cumplir 30 años me he percatado de que he encontrado y formado en mí una capacidad extraordinaria de poder trabajar la investigación de la manera más bruta y al mismo tiempo apegado a la realidad: investigación en campo.
Mientras cursaba la licenciatura recuerdo bien tener un plan más sistemático para mi devenir profesional; trabajos burocráticos, acercamientos políticos, gestión social eran las actividades que encabezaban mi transitar por el mundo profesional de la Sociología y entonces ocurrió entre la “oportunidad” de participar en una campaña política, la muerte de mi padre, el servicio social en la Secretaría de Gobernación: el verdadero acercamiento a campo.
Muchas veces escuché “trabájalo tú mismo”, “acércate tú”, “analízalo”, y poco a poco perfeccioné múltiples maneras de realmente hacerlo, de saludar a desconocidos, de empatizar, de obtener información, de recorrer, de explicar, de trabajar materiales para apoyo, técnicamente me convertí en un entrevistador.
Después vino el INEGI y conocí la profesionalización de los instrumentos, las metodologías específicas, la necesidad de la calidad de la información, pero con ello también entendí que seguía existiendo una Institución constituida por sujetos que determinaban en gran medida el quehacer científico durante los proyectos, pues de ellos depende quién participa y quién no.
Hoy, pasando más de 5 años de ese primer acercamiento a lo profesional y sus intervalos con múltiples consultorías, no puedo más que remitirme a la suma importancia del lenguaje, ése que he tenido que cuidar con toda la mesura posible sin olvidar que a mí me pertenece, con lo cual concluyo, un bosquejo de ideas vagas que si bien no construyen ciencia, drenan mi ser y dejan testamento de quien soy.
“Nosotros -decía aproximadamente Bacon- creemos que gobernamos nuestras palabras cuando en realidad son estas las que nos gobiernan sin que lo sepamos, y nos enredan insidiosamente en los engaños de sus falsas apariencias. No es suficiente, como lo pretende la tradición racionalista de la Lingua Universalis, o de la Characteristica generalis, sustituir las incertidumbres del lenguaje común, ese idolum fori, por la lógica perfecta de un lenguaje construido: es necesario analiza la lógica del lenguaje corriente, que por ser corriente pasa inadvertido. Solo una critica de esta clase puede poner de manifiesto las falsas problemáticas y las categorías falaces que vehiculiza el lenguaje y que siempre amenazan con reintroducirse bajo el disfraz científico de la lengua más formalizada”. Para todos, ha tenido que ser en el considerar del lenguaje coloquial cada uno de los crecimientos, pues no es sino en esa inmediatez que se construye nuestro actuar social, desde lo burdo, lo común, lo cotidiano, lo simple. Así es la Sociología, compleja sobre lo simple, imprescindible, enigmática, única y tan sencilla como un sujeto que se vuelve, compleja.
Adiós.