FROYLÁN ALFARO
Según una antigua leyenda griega, los atenienses conservaron durante muchos años el barco con el que el mítico héroe Teseo había navegado. Debido al inevitable desgaste que provoca el tiempo, todas las tablas de madera y cada componente del barco fueron reemplazados uno por uno, hasta que no quedó ni una sola parte original. La pregunta que se plantea es la siguiente: ¿seguía siendo el barco de Teseo o se había convertido en un barco completamente nuevo?
Este dilema no es sólo una curiosidad histórica. De hecho, tiene más que ver con nuestras vidas de lo que podríamos imaginar. Pensemos, por ejemplo, en nuestro propio cuerpo. Cada célula en él se reemplaza con el tiempo; algunas más rápido que otras, pero el hecho es que en aproximadamente una década la mayoría de las células que nos componían han sido reemplazadas. Entonces, ¿somos la misma persona que éramos hace diez años, o hemos sido sutilmente transformados en alguien nuevo, tabla por tabla?
Traslademos este problema al año 2050, cuando la teletransportación ha dejado de ser parte del imaginario de los escritores de ciencia ficción y se ha convertido en una realidad cotidiana. Imaginemos, querido lector, que un ser humano entra a una cabina aquí en la Tierra. En un instante, su cuerpo es desintegrado en sus componentes más básicos, y esos mismos componentes son recreados exactamente iguales en otra cabina en Marte. Cada célula, cada átomo, cada neurona es reconstruida con una precisión asombrosa. Cuando esta persona sale de la cabina en Marte, siente, piensa y recuerda exactamente lo mismo que la persona que entró a la cabina en la Tierra, la cual, por supuesto, ya no existe. La pregunta es: ¿sigue siendo la misma persona o es sólo una copia perfecta, un clon?
En otras palabras, ¿qué es lo que nos hace ser quienes somos? Algunos filósofos consideran que lo importante no es el cuerpo, que sería solo un envase, como se mencionó en la columna “Un fantasma y un robot”. Lo relevante, según esta visión, es que exista una conexión ininterrumpida en la secuencia de pensamientos, recuerdos y experiencias, lo que se conoce como continuidad psicológica.
Es decir, si la persona que sale de la cabina en Marte recuerda haberse subido a la cabina en la Tierra con todas las emociones y pensamientos que esto conlleva, entonces, podríamos considerar que es la misma persona. La identidad personal no estaría en la materia física, que está en constante cambio, como en el caso del barco de Teseo, sino en la continuidad de la experiencia psicológica. En otras palabras, mientras nuestras experiencias y recuerdos se mantengan intactos, nuestra identidad permanece, independientemente de los cambios que pueda sufrir nuestro cuerpo.
Sin embargo, aún podríamos argumentar que, aunque la persona en Marte tenga los mismos recuerdos y pensamientos, no es más que una copia perfecta de la persona original, quien en realidad murió en el proceso de desintegración en la Tierra. Pues, aunque exista la continuidad psicológica, la identidad personal se habría perdido en el momento de la desintegración, si consideramos esta última como algo físico.
Pero, ¿qué piensa usted, lector? ¿Qué es lo que realmente lo hace ser usted? ¿Somos simplemente la suma de nuestras experiencias y recuerdos, o hay algo más, un «yo» esencial que trasciende lo físico y lo psicológico?