
DANIELA ALBARRÁN
La universidad es ya un concepto obsoleto, al menos tal como la concebimos actualmente. Según ChatGPT, sus funciones principales son enseñar conocimientos, investigar, formar profesionales y ciudadanos críticos —especialistas en alguna área— y extender la cultura. Pero, ¿qué sucede cuando pensamos en la universidad como institución y no simplemente como un ente formador, que es lo que realmente debería ser?
He pasado toda mi vida estudiando formalmente, y la mayoría de las personas que conozco están en la misma situación: han cursado al menos una licenciatura y muchos han seguido con uno o más posgrados. (No vengo a hablar de que somos la generación mejor preparada y peor pagada, porque ese es otro tema). Lo que quiero es reflexionar sobre la función que la universidad tendrá en el futuro dentro de nuestra sociedad.
El mundo cambió profundamente tras la pandemia, y con él también lo hizo la educación. Uno de los cambios más importantes fue que la educación formal se volvió flexible: ahora es posible estudiar sin estar en un salón de clases, lo cual, claramente, tiene sus beneficios. En un primer momento, esto se percibió como el gran beneficio, pero pronto llegaron otros problemas que afectan tanto al hecho de ser educación como al de ser institución.
Ser educación
La función principal de la universidad es formar a la sociedad, tanto en conocimientos concretos como en habilidades cognitivas. Sin embargo, me parece que, en ambos casos, la universidad ya ha fracasado. Me explico con un ejemplo empírico.
Hace un año trabajé para una “fábrica de conocimiento”: generaba contenido educativo para una universidad privada bastante conocida en México. Tenía que investigar sobre diversos temas y resumirlos para hacerlos lo más digeribles posible. El contenido estaba dirigido a una licenciatura en administración, área de la que tengo poco conocimiento, pero me sentía capaz de escribir sobre casi cualquier tema con algo de investigación.
El detalle es que, en ese momento, estalló el boom de la inteligencia artificial, y sí: gran parte de los contenidos los hicimos con ayuda de ChatGPT. Hoy trabajo con esta herramienta a diario y tengo la certeza de que es una gran creadora de conocimiento y una potente formadora de pensamiento. También sé que, gracias a mi formación humanista, puedo curar y editar adecuadamente ciertos contenidos. A eso me dedico ahora.
Digo todo esto porque, al investigar cualquier tema, me encuentro con una enorme cantidad de páginas web con contenido muy similar, generado por IA y sin verificación. Esto es preocupante porque, actualmente, todas las licenciaturas y posgrados que ofrecen muchas universidades privadas están construidos con IA. Y cuando digo TODAS, lo afirmo con seguridad: la mayoría del contenido educativo que hoy se genera se produce con inteligencia artificial.
Ser institución
La universidad como institución atraviesa una crisis administrativa profunda en varios niveles. El primero es el organizacional: hoy en día, muchas universidades tienen esquemas de contratación que perpetúan la precariedad laboral de sus trabajadores. Existe una falta de transparencia en el manejo de recursos y casos conocidos de malversación de fondos —como el de la Estafa Maestra— que se reflejan en las pésimas condiciones laborales del personal administrativo y docente.
El segundo punto es más estructural: la universidad funciona como una gran estafa piramidal, sobre todo en el nivel de posgrado. El Estado y las universidades becan a estudiantes que, al egresar, están completamente desvinculados del campo laboral y, por tanto, de la vida real. Como un efecto dominó, esto proviene del hecho de que lxs investigadorxs, las “vacas sagradas” del SNI nivel dios, tampoco conocen otra cosa que dar clases y publicar papers.
Además, quienes lograron consolidar una carrera académica son, en su mayoría, personas mayores. Y aunque envejecer no es el problema, sí lo es la falta de espacios para investigadorxs jóvenes. El sistema está tan estancado que incluso hay profesorado que debería estar jubilado, pero no puede retirarse porque ni el Estado ni las instituciones tienen los mecanismos necesarios para garantizarles una vida digna tras su jubilación.
¿Cuál es el futuro de la universidad?
El concepto de universidad necesita cambiar. Debe reformarse no solo como institución, sino también en sus objetivos. Mientras las universidades privadas construyen sus programas con IA, las públicas no tienen las herramientas ni la preparación para formar a su alumnado en el uso crítico de estas tecnologías.
Creo que la universidad del futuro ni siquiera será una universidad. ¿Qué sentido tiene especializarse en un área si no hay campo laboral? ¿Qué sentido tiene pasar cinco años en una licenciatura, dos en una maestría y tres más en un doctorado, cuando la vida y la tecnología avanzan a tal velocidad? ¿Qué sentido tiene estudiar en una institución cuando todo el conocimiento está en internet?
Y sí, el conocimiento siempre ha estado en la red, pero ahora la IA puede darte una guía de estudio, un plan de carrera, incluso una curaduría del saber, mucho más actualizada y personalizada que la que puede ofrecer cualquier universidad. El futuro universitario me lo imagino como modelos híbridos donde la IA sea tutora a la par que una persona, que se elimien las gerarquías, incluso los títulos nobiliarios, y que se puedan crear especies de cursos donde se estudie de manera breve y nos permita aprender varias cosas más útiles en menos tiempo. Que la U sea espacios de encuentro de pensamiento, de formas de ver el mundo, y proponer la existencia y formas de vida.
Todo esto son preguntas y respuestas que me hago constantemente. Lo que sí sé es que la universidad, en su forma más clásica, es anacrónica y está totalmente obsoleta. Es urgente que las nuevas generaciones se radicalicen y sí, que derriben esta universidad que tanto daño nos está haciendo.