KAREN SALAZAR MAR
Colocarse unas gafas rosas es observar el mundo con un poco menos de odio. A veces basta con pintarse el cabello de un color distinto para habitar en orquídeas, atardeceres de invierno y saborear la viscosidad de una lengua ajena. Entonces, todo es distinto por un momento, las rencillas y estereotipos se desnudan y las bicicletas son montadas por niñas, los niños aprenden a usar un microhornito y las mujeres abren de par en par las puertas de bisagra en las cantinas modernas, cuyas paredes ahora son habitadas por los colores que reivindican el amor, la unidad y la ruptura.
Rosa pastel, rosa mexicano, rasguño, magenta, coral, rubor en las mejillas del amante, ponche, colorete, labial, mordida, libertad y transgresión. La suma del rojo y el blanco simbolizan la inocencia, la comodidad y la calidez; una gota de azul te da rosa chicle y una más de saliva te lleva a la nuca desnuda de la madurez. Violetas, claveles, flamencos y medusas confluyen en un espacio, en el mismo sitio donde El Poeta sienta sus versos a descansar antes de preguntar si conoces el mar.
La obra que confluye en La vie en rose es una oleada de texturas y colores que llevan la ruptura como bandera, pero también la vida más amable de renacer una iglesia que ya desvemos de tanto reposarla frente a los ojos en nuestro paso veloz y ordinario. El alto contraste del negro y el rubor, de las flores reposadas en una cantina, lugar postrero donde sólo había espacio para las almas masculinas, círculos, figuras geométricas, animales solitarios, mujeres admiradas y admirantes, el recuerdo de un vestido de quince años para darle gusto a la abuela, caminos y nubes, masculinidades sensibles, el pretexto de celebrar las pinceladas que no alcanzo a comprender del todo, pero que también me elevan el color en las mejillas a un tono entre granada y axolote.
En medio del caos brota una nariz melocotón de un gato blanco con manchas negras, también nace la amistad y la conciencia de saberte un cuerpo, la textura de la suavidad es rosa y el cielo cruel también puede vestirse del atardecer pincelado que se nos regala en el terruño del semidesierto. La crueldad también puede venir de una prenda olvidada, de los besos negados, una canción que reprocha las promesas incumplidas, pero también reivindica que el yo se fue a un abismo. La vie en rose también es un abrazo, el viento frío en la mejilla cuando galopas, el recorte adolescente del amor que vive en Francia, el recorte de revista que cohabita entre los mezcales en la barra junto a los grupos norteños porque C’est la vie, entre el pie bien plantado de quienes hacen las cosas distintas, sin temores y prejuicios, sin miedo a abrazar las flores de cerezo de nuestra piel y sus dualidades. Porque sí, también C’est la pinches vie y a veces hay que colocarnos esas gafas rosas con el cinismo necesario, ya lo dijo de una mejor manera Édith Piaf: “Aquí está el retrato sin retoque”.
NOTA: En Jerez, Zacatecas, el 9 de diciembre de 2023 se inauguró la exposición colectiva La vie en rose en el Bar Tizoc Galería. La coordinación corrió a cargo del artista Javier Cortez.