GIBRÁN ALVARADO
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Así como escribí en la columna de la semana pasada, los filmes de Pedro Almodóvar llevan al espectador de peripecia en peripecia, de culebrón en culebrón de una forma inteligente e hilarante. Una de las características envidiables de sus pelis radica en proponer tramas desenfrenadas que van de un personaje a otro, de una situación a otra, hasta culminar en punto exacto que unifica todas las subtramas o relaciones que se desarrollan en pocos minutos. Siempre he considerado que menos, es más, pero los vericuetos de Almodóvar, cargados, tenaces e irreverentes son muy bien logrados, es ahí cuando más es mucho mejor porque se tienen que entretejer todos los acontecimientos para llegar a “comprender” el filme.
De este modo, Laberinto de pasiones (1982) es un culebrón que sigue los pasos, principalmente de una ninfómana y un príncipe de oriente. Al igual que en Pepi, Luci, Bom y las chicas del montón (1982) las acciones transcurren en el Madrid de los años 80 y su movida posfranquista de liberación sexual, drogas y desenfreno, después de la represión, comienzan a salir los problemas psicológicos a cuestas. Me parece relevante señalar que el director expone temáticas que aún siguen en el debate actual, inseminación artificial, abuso e insatisfacción sexual, drogas…
Nacido a inicio de los noventa, observo estas películas como un referente social relevante e interesante para el análisis, la comprensión de los procesos históricos de esos años y, por qué no, como un “documento” que puede ser muestra de acontecimientos, inquietudes y modos de vivir. Más allá de estos aspectos, también se pueden evidenciar no sólo las temáticas que irán madurando en los demás filmes del director sino la preocupación estética de sus películas, los detalles en los decorados y la ambientación de los espacios.
Laberinto de pasiones (1982) es un vericueto que logra hacer con sus personajes una amalgama de los intereses y problemáticas psicológicas de una sociedad reprimida y apenas libre; es una muestra del amanecer/anochecer sexual de varios personajes y una evidencia de la vida que marcó a varias generaciones… Y, obvio, una divertidísima muestra del lenguaje descarado y sin tapujos. Pd. Aparece por primera vez el joven Antonio Banderas.
