Por Adso E. Gutiérrez Espinoza*
Viví en la isla de Vancouver por un tiempo, por razones académicas. Antes de mudarme, investigué las maneras y los reglamentos sanitarios para, en un futuro, llevarme conmigo a Huesos, pues siempre la consideraba en cada una de mis decisiones: era mi lomita compañera. Me entusiasmó saber que en ese país, los animales de compañía gozan de reconocimiento legal y obliga a sus cuidadores a responsabilidades y obligaciones, tales como tener un espacio adecuado (seco y caliente, considerando los climas fríos y extremos), un seguimiento de su salud y, en caso de ser requerido, un tratamiento adecuado y una calidad de vida digna. Estas obligaciones van de la mano de las inversiones económicas y de tiempo que el cuidador debe depositar en el lomito y el michi.
En su momento fue una sorpresa de que en ese país hubiera todo un sistema para penalizar a quienes maltrataban, abusaban y abandonaban a estos animales de compañía, las multas y los castigos son bastante altas y rigurosas. Esto se debe a que buscan ser ejemplares para que las conductas y actitudes no sean replicadas, basándose en una hipótesis: si fueran laxas, habría una actitud de cinismo, “lo hago, de todos modos el castigo es flojo”. En México, se implementan castigos, a mi parecer, poco rigurosos y no siempre efectivos, que no garantizan una rehabilitación del animal y tampoco del agresor. Esto es, no sólo se trata de señalar y castigar, sino dar soluciones para que no se repita.
Mis líneas anteriores podrían interpretarse de que el problema se soluciona con dinero o cárcel, pero no es así. Más bien, es conocerlo y ofrecer soluciones de fondo, aunque las asociaciones civiles y sin fines de lucro han dado pasos para rescatar y rehabilitar a los animales de compañía en situaciones de vulnerabilidad. Por ejemplo, estas asociaciones invierten en la salud de cada lomito y michi y buscan a personas responsables, antes investigando sobre si realmente cuentan con la capacidad para darle una mejor calidad de vida. Estas estrategias generan mayores responsabilidades sobre quienes adoptan, pero también da mayor certeza y seguridad para tales asociaciones. He sabido de casos, por conversaciones con activistas, que han recogido a animales de familias cuando han visto que realmente no son competentes para su crianza y su cuidado.
Estas acciones relevantes han permitido la reducción de comportamientos, desagradables, que aún se practican en México: abandonar a perros en las azoteas, bajo los climas diversos y a veces extremos (frío y calor) y en espacios reducidos (patios o jardines pequeños que no permiten que hagan ejercicio), y abandonar perros y gatos en espacios públicos (parques, calles y vías de transporte). En la isla de Vancouver, hay autoridades que visitan con frecuencia estos espacios para recoger a los animales abandonados y perdidos y comienzan a averiguar quiénes son sus cuidadores y después inician una carpeta de investigación para comenzar el proceso penal correspondiente —en el caso de animales perdidos, son llevados a sus cuidadores. En México, los propios activistas y civiles confrontan regularmente a estos “cuidadores”, en algunos casos los primeros se han envueltos en situaciones en donde los segundos se han comportado de manera violenta, ya que no hay en forma una agencia o departamento para regularizar y proteger a los animales de compañía.
Sin duda, ha habido un progreso en el desarrollo y la implementación de leyes para proteger a los animales, pero no siempre han sido efectivos o han sido desarrollados al vapor y causado situaciones no pensadas. Recuerdo el caso de cuando se les retiró los animales para el entretenimiento a los diversos circos ambulantes y el propio gobierno no contaba con la infraestructura y los espacios para mantener seguros y rehabilitar a los animales. ¿Qué pasó?: la muerte de algunos de ellos y la saturación de zonas protegidas y zoológicos. Por eso, antes de montarse en el discurso de protección animal es importante pensar varias veces si se cuenta con todas las condiciones y, en caso negativo, hacer las gestiones necesarias para hacerlo. En el caso de las pequeñas especies, los albergues y “perreras” también enfrentan la saturación, esto debido a la alta cantidad de abandono. Precisamente, no está de más exhortar que quienes desean adoptar visiten estos espacios para darle una oportunidad a estos animales, antes de comprar; así como pensar bien si se cuentan con las capacidades para la adopción de perros y gatos.