
Ilustracion: Marbella Melo
Elizabeth Alvarado
El cuerpo como un depósito de lo sublime y eterno es una idea que heredamos de la antigüedad, una idea que nos moldeó en una dualidad romántica, aunque también mística, de nuestra existencia. Separar la esencia física de la incorpórea se volvió un hábito, una práctica cotidiana para entender nuestro ser en el mundo. Sin la dualidad, simplemente no imaginamos cómo dar respuesta a las dudas más básicas de nuestra existencia humana.
Una mujer habitando un cuerpo nos remonta a la idea de que hay almas, ideas eternas, inmutables que dan curso a los entes del mundo físico. Aunque también nos lleva a pensar en la unión mística de mujeres que nos acompañamos y edificamos en una sociedad que nos relegó a la alteridad. Mujeres habitando un cuerpo, suerte de creencia que evoca un mundo de magia y hechicería aparentando alcanzar imposibles a la naturaleza humana. La tradición del pensamiento occidental se fractura cuando de mujeres se habla, cualquier intento de conocimiento y trabajo interpretativo del mundo en que la mujer figure como agente es lanzada a un universo de ocultismo y superstición con la única finalidad de eliminar la diferencia, lo desconocido, lo no hegemónico.
Mujeres reuniéndose en privado, ocultas de la mirada ajena, alimentándose, sanándose, inventándose. Mujeres con instintos salvajes, primarios, naturales, todas ellas habitando el mismo espacio, configurándose. Mujeres transformándose ensueños, polillas, mariposas, aves, caracoles y medusas, mujeres que entienden en su propia naturaleza la suerte de tener la existencia de otras, la vida de otras y sus años de experiencia.
“Las mujeres que viven en mí son todas las mujeres que conozco”. Las mujeres que Marbella Melo reconoce en su interior somos todas las que coincidimos en su espacio, en su tiempo, por decirlo así; en su vida. Marbella Melo vive también en otros cuerpos con suerte de artista y creadora. Que una mujer habite en otra mujer es inherente a la naturaleza. Nos habitamos, nos sanamos y nos encontramos. Interpretarnos en la mirada y actuar de otra nos lleva a conocernos individualmente, afortunadas todas de estar en colectividad y comunidad.