ADSO E. GUTIÉRREZ ESPINOZA
Hace un tiempo corrió el meme, tal vez lo vi en Facebook y se rescató con uno de los tantos videos en TikTok. Era el espacio de un abogado y en su fotografía aparecía con su pug llamado Alberto y, justamente, ese perfil se hacía llamar «Licenciado Pugberto, experto en temas civiles y laborales». De ahí que siempre he creído que esos perros son abogados, y muy buenos, como siempre creí que Huesos era psiquiatra retirada, Emilio un traumatólogo y ortopedista y Pico un chef. Aunque eso era una broma entre mi familia, a veces me pregunto qué tanto humanizamos a nuestros perros y qué tanto respetamos su perritud. Sin embargo, la broma de los profesiones se relacionaban con el temperamento de nuestros perros y las posibilidades de su perritud, aunque visto desde la especie más idiota del mundo, el hombre. Por ejemplo, Huesos era muy tranquila y un poco alzada (soberbia), pero no dejaba de ser una excelente compañía; Emilio sólo pensaba en subirse a nuestra espalda y rascar, como si fuera a hacer un hoyo para buscar tejones en nosotros, y Pico disfrutaba tanto de la comida por los tiempos que vivió en la calle y con carencias.
Esto era un poco con los pugs, todos son abogados, su cara aplastada, su nariz chata y su necesidad de morder siempre, como si tuvieran siempre comezón en las encías. Pero también porque los pugs ven su universo en términos de pug, a un nivel de abajo hacia arriba, casi siempre mirando a los tobillos y siempre esforzándose para llegar al pico, a diferencia de los perros salchichas que se la pasan haciendo túneles y los Poodles y los maltés persiguiendo aves y planeando qué travesura hacer. Pero, ¿qué es mirar al mundo desde un pugberto? Me imagino que ven una suerte de encuentro, con dificultades, pero que al final lo hacen un lado para explorar su perritud, su pugberritud. Es como si miraran para planear cómo llegar a lo alto y siempre lo logran.
Conocí unos días atrás a un Pugberto (mal)llamado Lucifer. Es un cachorro encantador, que aún quiere jugar, aprender y aprehender del mundo para formarse como un abogado. No sabía cómo tratar a un pug como Lucifer, en parte porque la pérdida de La Banda de las patitas frías ya se fue a tocar a su universo, y me hacía sentir una traición. Es decir, mostrar afecto a un Pugberto, un poodle, un mastín, un beagle, era un acto en el que me sentía un traidor, porque me siento como si hiciera a un lado a La Banda, más allá del significado y la importancia que tuvieron para mí, incluso Huesos (o el dolor de su perdida). Era traicionarlos y dejarlos a un lado cuando ellos estuvieron siempre para nosotros, incluso Huesos con mi abuela Má. de Jesús; pero incluso antes hubo un perro, un Poodle, que siempre quise (aunque no era mío), se llamó Oddie y era un perro estupendo, se iba a nosé dónde y lo envidiaba porque sabía perfectamente que había vivido buenas aventuras, pero jamás supe qué clases de aventuras. Oddie conoció a Huesos, pero ella prefirió antes estar en casa, salir poco, que aventurarse con él a sus tierras. Comprensible si traigo a la mesa que Huesos fue rescatada de la calle y rehabilitada. La diferencia es que Oddie podía elegir eso, estar en la calle y volver, y Huesos nació en la calle y tuvo la posibilidad de estar en casa. Creo que prefirió la comodidad de estar con una familia humana. Aunque era un decir porque al final fue una familia multi especie, incluso había arañas, insectos, serpientes y escorpiones.
Con la muerte de los salchichas y Huesos vino una época en la que no quiero adoptar otra mascota, a pesar de que ha habido personas bien intencionadas que me ofrecen un cachorro o un gato, pero los he rechazado. A todos. El motivo es que no me siento listo para adoptar a una mascota, no tanto porque no pueda, sino que no quiero. La razón es que no me quiero involucrar sentimentalmente con otra mascota, aunque me encantan los perros, pues el dolor tras las muertes de los míos ha sido difícil y, a veces, creo que realmente no va a desaparecer. Justamente porque ellos, todos mis perros que están en el universo, hicieron más llevadera mi pasado. Sin embargo, la aparición de ese Pugberto me hizo replantearme la adopción responsable de una mascota.
Digo, hace semanas alimento unos pájaros y unas liebres ferales, ¿qué tanto es tantito si adopto un perro en situación de calle? Digo, con ese Licenciado Pugberto me di cuenta de todo el amor que puedo brindar a un perro.