Deslizo mis pies sobre la hierba
en las entrañas de
un bosque casi negro
esperanzo los ojos
El crepúsculo
incendiará mi corazón
en todo lo alto
volveré a verlo
Un par de plantas sagradas
con sus lúcidos pétalos
hablan la sabiduría de
las flores
ecos divinos
cautivan mi lengua
Un insecto cincela
sin piedad
la carne de una flor
aún viva
y me recuerda a mí misma
y apenas me sonrío
En un bucle cuántico
gotas de caracoles
caen
sobre
las huellas
desagarradas
del insecto
Las manos del viento
sacuden
sus nervaduras
y las mías
La lluvia
lubrica
el verde
aroma de la hierba
caída
saudade
destino
Un ciervo rojo
a dentelladas
quiebra la tristeza
de un pasto desgastado
sus ojos
la negritud
que me contempla
su desmogue
evoca
el chasquido de un beso
Un trozo de luna
se derrite en el agua
mi esperanza, una estrella
profundamente en letargo
Lo sagrado baila en la cara de una piedra
Al ardor de un latido,
una abeja punza mi palma
contra su vida
despierto:
No vendrá
él nunca vendrá
La flecha
esparce
su veneno
en mi interior
Desde la ramita de un árbol
los negros ojos
de un liquen encaramado
rebotan en mi ojo
La saudade es un musgo
empotrado
con sus caninos
sobre mi alma
El bosque recibirá
mis pasos
al amanecer
con sus vísceras de bosque
y su humedad de madre
Los recuerdos
son coyotes carroñeros
que me impedían
escuchar
el latido de las esporas
Hermoso poema