Ezequiel Carlos Campos
Salvador Pániker dijo que lo místico “es la realidad sin modelos interpuestos”. Eduardo Milán, como primera nota en “En su ausencia: tres notas sobre poesía”, cita lo anterior para afirmar que esa realidad sin interpuestos “estaría mediada por la conciencia de la diferencia entre el lenguaje y la realidad”. La conciencia es de los poetas y es la poesía la que debe concientizar la demanda del abismo entre realidad y lenguaje: “la mística es la búsqueda de la trascendencia”. Todo esto va a que la mística, hablando de poesía, es una necesidad de encontrar la importancia entre las palabras y nuestra cotidianidad.
Milán estará tratando lo místico como elevación de la poesía, o sea, ¿cómo es la trascendencia entre el lenguaje poético y la realidad?, ¿lo poético se deja a un lado y se da paso a lo vivido?, ¿el lenguaje del poema debe dejar el culto a sí mismo, o en su caso, dárselo? El autor nos señala lo siguiente: “el lenguaje poético ha estado prisionero de la instancia diferencial entre su propia conciencia y la realidad a la que busca relacionarse. El lenguaje poético, en este siglo [el XX], ha practicado el culto a la diferencia entre sí mismo y la realidad”. Encontramos aquí que el poeta y sus palabras se pusieron al servicio de los ideales revolucionarios; cosa importante es la entrada de las vanguardias en Hispanoamérica, para dar un ejemplo y adentrarnos a ella. Esto significa que la poesía se convierte en producto de una nueva relación con lo social. Me interesa tomar la figura de Vicente Huidobro y algunos de sus poemas.
En un inicio, la poesía de Vicente Huidobro era juvenil y romántica, como diría Oscar Hahn. Los versos de Ecos del alma, La gruta del silencio, Canciones en la noche, Las pagodas ocultas, publicados entre 1913 y 1916, cuyo estilo era muy similar a los poemas modernistas. Esa primera etapa de Huidobro es poco conocida, porque la mayoría de los lectores se adentran a la vanguardia, al creacionismo; el propio Oscar Hahn, en la Antología poética, no incluye esos libros porque carecen de identidad, al fin y al cabo Huidobro es la vanguardia. De igual manera pasa con Último poemas, donde vemos a un viejo y cansado poeta; en esos poemas sobresalen los temas de la muerte, quizá porque la sentía cada vez más cerca, el poeta ya no era un pequeño creador, sino un muñeco en el cuarto de dios que estaba a punto de ser echado a la basura. Esta transición entre la poesía de Vicente Huidobro es la que nos interesa: la transformación del lenguaje en la obra del poeta chileno.
Eduardo Milán comenta: “En todo caso, se trataba de un deseo de epifanía o de parusía: la creación de un espacio que aboliera la diferencia esencial entre el lenguaje poético y realidad. La necesidad de lugar, de creación de un nuevo lugar real hizo olvidar por un momento la relación entre lenguaje y realidad, una relación de inaccesibilidad del primero con lo segundo”. Milán no está seguro si la conciencia de esa experiencia haya posibilitado un nuevo imaginario poético (tomando en cuenta que se tratan dos: el del lenguaje y su relación con la realidad; la relación del lenguaje poético consigo mismo). En eso estoy de acuerdo, sólo que para hablar de Huidobro, del poeta consagrado, del pequeño dios, no abrirá una nueva conciencia respecto a que la poesía es en sí misma. La poesía por la poesía. El chileno nos dice “que los poetas, con rarísimas excepciones, jamás han hecho honor a el [sic] verdadero sentido de la palabra ‘poesía’, que quiere decir creación. Para él a lo único que se han dedicado es a imitar la realidad tal como ella es”. Claro ejemplo, pues, de que el creacionismo no es místico, porque la realidad se intercala con otra, con otro mundo. El poeta crea, se eleva a la categoría de dios, deja la cotidianidad del mundo porque, ¿para qué decir lo que se ve?
Eduardo Milán señala que, en efecto, el lenguaje poético del siglo XX transformó la conciencia de la realidad. No todos los poetas, claro está, pero es necesario señalar que el inicio de esta tendencia fue por parte de aquellos poetas que buscaban una nueva manera de decir, por eso es necesario ejemplificar con Huidobro, el primer vanguardista de Hispanoamérica, el que cambió la concepción de la poesía y el mundo; la historia nos dice que fue resultado de la caída de los ideales de cambio social. En libros como El espejo de agua, Ecuatorial, Altazor y Temblor de cielo, Huidobro hace que la poesía deje la realidad y se adentre a otra, a una nueva. Ése es el poder del lenguaje poético del creacionismo, “‘aquello’ busca desesperadamente referir una realidad más allá del lenguaje mismo […]”.
La obra del poeta chileno es un vaivén al lenguaje poético: sus poemas inician con la idea modernista, después hay una ruptura y al final leemos a un poeta lleno de miedo de morir, regresando a una realidad: baja, baja y llega hasta el punto más vil del camino, al suelo raso. Lo percibimos en el “Canto VII” y en uno de sus últimos poemas. Regresa una conciencia de la realidad, el lenguaje poético se solidifica. Ya no hay crisis del lenguaje, ya no hay revolución; la entrada de Huidobro a la literatura ayudó a que la poesía actual encontrara la problemática de que la palabra es más fuerte que nuestra realidad.
Primera parte de una serie de textos sobre
“En su ausencia: tres notas sobre poesía”, de Eduardo Milán.