Por Óscar Édgar López
Lo natural es lo no humano, lo divino tampoco conforma su “ser”, porque Dios y persona son apenas lo mismo. La naturaleza es inefable, por esto la poesía la convoca, porque hablar de ella es ceñirle el traje de la conciencia. Pensamiento y naturaleza no son entidades; un par de vocablos sí, un par de vasijas sí, de las cuales nunca atinaremos en su contenido.
Si la definición es imposible, y qué bien, “la cosa” ocupa todo el terreno de su significado. Acabemos pronto: ese perro sólo puede “ser” en tanto le llamamos perro y no elefante, ¿o qué es la “perritud”? De igual manera: ¿qué es la naturaleza sino una palabra que intenta nombrar lo innombrable por complejo y lo posible por extenso?, ¿qué es entonces “lo natural”?
El monstruo es lo no natural, pues si el orden sólo puede ser calificado y medido por el ser humano, lo monstruoso es el orden, la idea de equilibrio, el concepto pulcro de la calibración. El alebrije, según esta secuencia de ideas, representa a la naturaleza, en tanto vuelco del ser en la cosa. La aberrante combinación onírica y zoomórfica de Pedro Linares López, representa esto bello, esto inefable del orden de la naturaleza, pues se manifestó al artesano y simboliza lo azaroso, lo incontrolado y lo inaprensible.
Ephie Blossom se llama “una pintora, no una artista”, cuando la escuché no pude contener una refutación estridente, tampoco la contengo ahora, pues su obra (la mayoría comisiones) poseen discurso temático y propuesta formal suficientes para que se considere más que una hacedora de imágenes; es una artista y el hecho de que venda no pueden criticarlo más que los envidiosos y los cortos de entendimiento, pues en su obra, el aprecio de sus clientes demuestra calidad factual y conmoción estética.
La pintura “Mosálello” (neologismo que presumo es original de la creadora), nos muestra a un “alebrije”, a una hermosa aberración onírica y natural, alas de murciélago, cuerpo de dromedario y cabeza de mosca sobre un fondo que me recuerda tanto a Leger como a Madonna (cierto aire de sofisticación “ochentero” ); el tratamiento de la degradación puntillista está llevado a un extremo obsesivo, tanto que logra grises en toda la gama y la diagonal en ese verde turquesa como si se tratara de un rayo de luz sobre el mar Caribe, un detalle por demás sexy, como la franja de piel entre la cintura y la cadera que sólo descubre el más devoto diletante de lo erótico. “Mosálello” es una pintura que podemos sentar al lado del pop art, pero también del surrealismo, es inquietante y bella, es elegante y tenebrosa, es un sueño y una pesadilla, su claridad apabulla y su tema inquieta.