ADSO E. GUTIÉRREZ ESPINOZA
Las producciones cinematográficas contemporáneas de terror han sido criticadas por no lograr asustar o causar ansiedad, esto quizás debido a estrategias repetitivas (gritos inesperados, vuelcos de horror que al final son ensoñaciones, las mismas historias de casas embrujadas y espectros vengativos y, de vez en cuando, historias sobre asesinos en serio) y unos guiones que no siempre son bien trabajados. Esto ha causado que la audiencia de consumo de estas producciones se haya reducido, aunque de vez en cuando se nos ofrece producciones angustiantes, en el buen sentido de la palabra —unos cuantos ejemplos son Feliz año de tu muerte, De noche con el diablo y Drácula: mar de sangre.
Este año se estrenó una producción con un trío de mujeres bien interesante (Coralie Fargeat, Demi Moore y Margaret Qualley), el cual no hay que perder la pista: La sustancia. La trama en sí es sencilla, sin sorpresas en un primer vistazo: una exitosa actriz y premiada (Elisabeth Sparkle) pierde su programa de televisión por ya no ser joven y, bajo la presión social y el terror de no ser lo suficientemente atractiva, a una edad ya madura, decide iniciar un tratamiento cosmético que le promete ser una versión mejorada de sí misma. No obstante, el tratamiento crea una copia más joven de la actriz, más bella y más perfecta, aunque ambas mujeres se mantienen unidas como una sola, y la instrucción es que las dos deben cambiar su lugar sin excepción cada siete días, manteniendo a una inconsciente mientras la otra está despierta. El conflicto en la película es que la matriz (Elisabeth Sparkle – Demi Moore) se enfrenta a una profunda crisis de depresión y ansiedad, justo por el hecho de haber perdido su trabajo por ya no ser joven y atractiva, y la copia (Sue – Margaret Qualley) obtiene el trabajo que la primera perdió y se vuelve exitosa. La trama da varios giros de guion que nos lleva tanto al drama, la sátira y el horror corporal, en los que son atravesados por la figura de la mujer, vista desde el binomio juventud-vejez.
Una de las primeras imágenes que nos ofrece La sustancia, que debe estar en nuestros radares, es la división de la yema de un huevo, posterior a la inyección de la sustancia, división que nos recuerda a la reproducción celular y a la vez cuenta cómo sucede tal creación de copias. Además, la imagen simboliza la creación de una otredad que aún una sola persona cuyas piezas se unen por un ligamento que se observa con el estabilizador que la copia toma de la matriz. Esta otredad reúne también la complejidad de ser humano, la depresión y la ansiedad y, por otro lado, el exceso y el éxito, bajo un tratamiento no tan exquisito de la belleza, aunque la fotografía y la cinematografía dicen lo opuesto: ésta no es perfecta (la copia incluso tiene imperfecciones que pasan desapercibidas, una mancha en el abdomen y dientes un poco chuecos, un maquillaje que, en lugar de resaltar las virtudes naturales de la copia las oculta. Es decir, la naturaleza y la copia son representaciones irónicas y sarcásticas de las presiones sociales a las mujeres.
También, ese huevo nos lleva a la dualidad en la literatura, las caras de una misma moneda, que la más popular es El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. El planteamiento en La sustancia es que, a pesar de que ambas son una, o eso nos venden los creadores de esa maravilla, las mujeres aún así guardan distinción. Esto se va a explorando y conforme la existencia de Sue avanza, la de Elizabeth se va apagando, dejando detrás un cuerpo marchito, viejo, y al que la otra no respeta o no trata con la debida precaución —aunque Elizabeth es la matriz, Sue la trata como basura—, esto también es una alegoría de cómo la propia depresión y la ansiedad, aunado a las presiones sociales y culturales en las que se prioriza la juventud y la belleza, distorsionan la imagen que se tiene del cuerpo, la salud y del cuidado de sí mismo.
Foucault ya habría detallado esa parte de la percepción del cuerpo, las distorsiones discursivas y la influencia de éstas sobre el cuidado y la ética de nuestros cuerpos, replanteado así cómo el discurso hegemónico también busca hacer heterogéneo el cuerpo, mediante una representación abstracta de la belleza femenina y masculina. En su momento, Elisabeth cumplió o reconstruyó esa imagen, y Sue cumple esa imagen, que no cuenta la diversidad de los cuerpos, a pesar de unos dientes y una actitud no tan maravillosas.
¿Cuánto pesa esa imagen sobre la autopercepción y el autoestima de una persona? La respuesta es sencilla, aunque las implicaciones complejas y dolorosas. Elisabeth se asfixia con la depresión, y ¿la autocompadecencia?, y el consumo excesivo de comida y el alcohol se vuelve excesivo, no hay control. Sue quiere vivir, quiere aprovechar las oportunidades que se le presentan, el éxito y vivir rodeado de jóvenes igualmente atractivos, estar en fiestas y disfrutar o vivir como los jóvenes. Esto provocó que la copia fuera excesiva y no le importó cuidar y proteger a la matriz, que causó el envejecimiento rápido y prematuro, como si la matriz fuera un retrato a la Dorian Grey.
Tampoco olvidemos cómo el temor y la negativa de aceptar el envejecimiento, como parte del proceso natural, es una constante en la película, que también es un recordatorio de que ese temor existe en una sociedad consumista como la nuestra. Esta huida del envejecimiento es también propio de la industria del entretenimiento y del modaje, en donde hay un aprecio por la juventud y la belleza, ¿necesariamente estos elementos reflejan la salud de los individuos y la salud social?, ¿acaso hay una enfermedad social de la que nos hacemos de la vista gorda?, ¿existe realmente belleza en ese binomio?
El trato de Sue hacia Elisabeth Sparkle me causó cierto desconcierto, por no decir molestia, pues es el reflejo del maltrato cultural y social a quienes no representan esos estereotipos, considerando que son construcciones sociales y culturales. ¿Cómo se atreve esa copia a maltratar su origen?, ¿cómo es que la matriz se maltrata y descuida su salud por meras representaciones culturales tan occidentales?
El declive de Elisabeth enaltece al exceso de Sue y las consecuencias de ambas quedan impresas en una tercera figura, que se constituye con ambas: el monstruo Elisasue, que muere tras bañar en sangre a la audiencia. El cierre tal vez no agrade, pero al final es un homenaje al cine de explotación y el terror corporal, a toda la tradición de las deformidades.
¿Qué hay de las actrices? Sin duda Demi Moore regresa con fuerza, tras un silencio de dos años fuera de las cámaras, en donde se enfrentó a procesos de rehabilitación y momentos complicados. Su interpretación ha sido interesante, por momentos no se sabe si realmente quien está ahí es Moore o Elisabeth, hubo una fusión cuyos límites no logran visualizarse. Margaret Qualley nos presenta a una mujer que fluye conforme a la moda y al éxito, entre lo superficial y lo plano que es la industria del entretenimiento, aunque su personaje se acerca al estereotipo de mujer bonita. Sus actuaciones se sienten naturales, aunque su fluir no logra convencer. Es decir, actúa sobre un personaje estereotipo, pero no siempre convence que lo representa y sus cambios no siempre se notan naturales. Más bien, son esperados. Tal vez aquí hay un problema con el guion, pero también ese problema pudo ser parte de la estrategia satírica.