Fotografía extraída de Facebook: @Historia de Zacatecas
MANUEL SÁNCHEZ SÁNCHEZ
Los archivos suelen estar en el pensamiento de lo pasado, de lo vivido, de lo que ya fue, entrando en una dinámica de olvido y de la promesa de volver a recurrir a ellos cuando “sea necesario”. El olvido y los silencios nos dejan alejados de esos elementos que nos dan la efímera trascendencia por el mundo, quedando a la espera esos papeles, CD’s, fotografías, etc.
No hacemos conciencia de que cada familia tiene un archivo, incluso nosotros mismos, con los documentos de identificación que ya no tienen vigencia oficial, pero que los guardamos en algún lugar en la casa, o bien el álbum de fotos familiares, ése al que recurrimos para buscar a los abuelos, tíos, a nosotros mismos de pequeños. Es decir, los archivos están más cerca de lo esperado. Es tan simple como abrir nuestro buzón del correo electrónico y ver la gran cantidad de correos que se quedaron ahí aún y cuando ya no tengan funciones en el día a día.
Por otro lado, en las instituciones públicas los archivos juegan otro tipo de roles, sobre todo encaminados a la verificación de la información expedida por una dependencia, o la comprobación de acciones emprendidas por funcionarios públicos, además, claro, el rescate de los documentos que abonen a la preservación de la memoria histórica de una sociedad. Sin embargo, los grandes archivos institucionales se han llevado los principales reflectores de la opinión pública, eso se da por varios aspectos.
Sí hacemos una reflexividad sencilla, podríamos aventurarnos a pensar que los archivos nacionales o los estatales tienen mayor importancia por sus grandes cantidades de documentación respecto a los locales, municipales, o comunitarios, y en efecto, en muchas ocasiones, y dada la extendida centralización de la vida pública de este país, enormes cantidades de documentación han dado a parar a las arcas de los archivos nacionales y estatales, pero, de igual manera, extensos fondos documentales tienen ciclos vitales dentro de las mismas instituciones, y en gran medida son aspectos que atañen al quehacer cotidiano de las dependencias, por ejemplo, municipales.
No se trata de atraer los “reflectores” a los archivos municipales por llamar la atención, sino, de convocar a todos los sectores de la sociedad a voltear la mirada a sus archivos locales, ¡pues son suyos!, y requieren grandes cuidados, tanto de quienes los resguardan, como de los ciudadanos, pues además de cumplir funciones administrativas en la vida institucional, son elementos que fomentan el derecho humano a la información y a la cultura, son la lupa con la que se revisa a los gobiernos, son parte del corazón y cerebro de las instituciones.
No hay archivo más importante que otro, en ello, afortunadamente las leyes tienen un tiempo que respaldan el cuidado, ordenamiento y difusión de los archivos en el país, pero los eslabones más débiles siguen siendo los acervos locales, que, por cuestiones de descuido en los reglamentos, o bien, omisiones en sus formas de constituirse, no han armonizado las leyes federales y estatales con sus reglamentos. La tarea no es sencilla, al contrario, pero requiere de la suma de voluntades, y afortunadamente ya hay ejemplos que están emergiendo de a poco, pero con paso firme para que esos archivos tengan la relevancia que ya les dota la ley, que ayuden a los gobernantes a ser más eficientes, y que sean de puertas abiertas a la ciudadanía, pues a ella pertenecen. La invitación es a ver y cuidar nuestros archivos locales, así como atesoramos las fotografías de los abuelos, de nuestros padres, ambos archivos son nuestros.
Ahora bien, también corresponde a los encargados de los archivos de toda índole establecer los mecanismos para conectar con el ciudadano, de sembrar el interés en ellos y en poner a su disposición de manera rápida y cómoda toda la información y documentación que se tenga a disposición. Aquí cabe una precisión, los archivos no son de quienes los resguardan y gestionan, son de todos, aún y cuando el archivista o encargado tenga toda una vida entregada al cuidado, catalogación y difusión, esos documentos son patrimonio de los ciudadanos, incluso en varios casos, son patrimonio de la humanidad.
Ciertamente, al referirnos a las labores del archivista, muchas veces los idealizamos como esos encargados o encargadas de juntar papeles, acomodarlos y estar detrás de un escritorio de manera permanente, aspecto que dista bastante de la realidad, pues son personas altamente especializadas, con una paciencia increíble para enfrentarse a mares de documentos y expedientes que suelen acumularse por la falta de interés de áreas ajenas a ellos, pero, aún y con eso, sacan a flote la funcionabilidad y viabilidad de los archivos, reconocer su trabajo es ahora un deber tanto de las instituciones como de la ciudadanía.
Cerramos con la pregunta: ¿Los archivos en realidad son sólo cosa del pasado?