Enrique Garrido
Cuando era niño, mi padre me contaba una historia. Como buen ejemplo de la clase media, tomaba un autobús de un pueblito llamado Cacalomacán (donde vivíamos) al Centro de Toluca para ir a trabajar. El trayecto era de alrededor de 20 minutos, suficiente para observar a gran parte de la fauna urbana de la ciudad. Mientras miraba por la ventana, un hombre desalineado y cerca de él comienza a trastabillar al punto de caer, muy debilitado. Afortunadamente, y como si se tratara de un deux ex machina, una mujer que, por la bata que portaba, y confirmándolo más tarde, se trataba de una enfermera del Seguro Social. Ella tomó sus signos vitales y llegó a un diagnóstico: desnutrición. El improvisado paciente lo constató aduciendo el desempleo y la manutención de una esposa enferma, así como tres hijos igual de hambrientos. Dicho relato, sin duda la realidad de muchos mexicanos, conmovió a todo el pasaje, excepto a alguien quien sonreía maquiavélicamente frente a la conmovedora escena. Esa persona era mi padre.
No soy la semilla del mal, como el Bebé de Rosemary, al menos no por esa razón; más bien, para mi padre, ese espectáculo no le era ajeno. Se trataba de un matrimonio que habían perfeccionado un pequeño performance y cumplía el sueño de cualquier artista: vivir de su obra. Contrario a lo que se podría pensar, y pese a ya haber visto los hilos detrás del truco de magia, en cada ocasión, les aportaba algo de su escueto sueldo. ¿La razón? Significaba un escape de la rutina, toque de teatralidad a su día y tema de conversación en la oficina.
Viajemos en el tiempo, al 12 de septiembre de 2023. En la Cámara de Diputados un hombre plantea la posibilidad de vida más allá de las estrellas. Como los datos y testimonios no son suficientes, el cierre espectacular es la presentación de dos seres momificados cuyas características cumplen las fantasías de cualquier fan de los X-files. Más allá de que si Jaime Maussan tiene un historial de montajes similares, y de que se crea que estos seres son parientes de Juanita, peruana musa momificada de Paul Gauguin, lo que llama mi atención son las hordas violentas de orcos defensores de eso que llaman “la verdad”.
Jorge Luis Borges planteaba que conoció, cuando era niño, a un tigre en un libro, luego lo haría en “carne y hueso”. Para el argentino, no se trataba de tigres diferentes, sino del mismo tigre platónico; es decir, todas son representaciones de la idea de tigre. Bajo esa perspectiva, los extraterrestres de Maussan son “reales” en la medida en la que representan el concepto de extraterrestre. Algo así como a lo que se refería Julio Cortázar cuando escribía Todos los fuegos el fuego.
Ahora bien, ya los defensores de los hechos demostraran que esos seres-no humanos (como les dice Maussan) son invenciones, maniquíes prefabricados, muñecos de papel maché; sin embargo, a mí me gusta pensar que, como el matrimonio teatral que vio mi padre, estos seres son un escape de la imaginación, un poco de fantasía en una realidad llena de violencia y caos, que la Cámara de Diputados se volvió ese pequeño espectáculo en el autobús de la rutina en el que se ha convertido el país. En este sentido, al igual que el filósofo alemán Rüdiger Safranski, deberíamos preguntarnos ¿Cuánta verdad necesita el hombre? (en realidad es “la humanidad”, pero hay que respetar el título original) y cuestionar si no nos estamos saturando de tanta realidad. De allí que la imaginación y la poesía (porque toda la buena literatura las contiene) deba tener un papel preponderante en nuestra vida. Gracias a ellas, un árbol puede ser un poeta; unas perlas, unos dientes; un matrimonio, paciente y enfermera; una marioneta, un ser del espacio. Y, de esta forma, vislumbrar algo más allá de cuentas, impuestos y lo que significa ser adulto en un país convulso.
Así, le aconsejaría a Jaime Maussan que cambie la estrategia y exponga a esos seres como la metáfora de los extraterrestres, una propuesta de significante para un significado llenado por el cine y la literatura de ciencia ficción, y, con ello imaginar que, por primera vez, en la Cámara de Diputados hubo seres que vieron más allá de una vida mundana y terrenal.