
ADSO E. GUTIÉRREZ ESPINOZA
La más reciente entrega de los Premios Óscar evidenció una vez más el poder de Hollywood, su discurso, así como las posibles transformaciones en la industria y la creciente presencia de nuevas narrativas. Fue interesante el proceso de campaña previo a la entrega. Sin embargo, algunos proyectos lo resintieron.
Uno de ellos fue Emilia Pérez. Se popularizó por las siguientes razones equivocadas: las declaraciones desafortunadas de su director Jacques Audillard, de sugerir que no realizó una profunda investigación sobre México y su visión reduccionista y estereotipada sobre el español; los tuits de Karla Sofía Gascón, que hay de todo, pero siempre con un tufo de violencia, discriminación y desprecio; la visión caricaturesca y superficial sobre los problemas sociales en México, en particular sobre la violencia, las desapariciones forzadas y las madres buscadoras, quienes arriesgan siempre su vida para encontrar a los desaparecidos, y el “silencio” de Zoe Saldaña, aunque al final nos regaló declaraciones igualmente fuera de lugar. Al final, de ser la más nominada terminó por ser la más perdedora, aunque esto tiene un punto, la reivindicación de la lucha por las personas desaparecidas. Esta película ejemplifica cómo el cine abre la discusión sobre las ideas, no siempre bien planeadas o ejecutadas, y cómo el interés de representar nuevas ideas no siempre es lo que se expresa y son más una reiteración de estereotipos y no un genuino interés por representar a minorías sociales.
El éxito de Cónclave, adaptada de la novela homónima de Robert Harris —aborda justamente el proceso para elegir el próximo pontífice, tras la muerte del Papa—, subraya la continuidad de temas tradicionales en el cine —en este caso, los procesos religiosos y políticos en el interior de El Vaticano—, pero también la presencia de matices complejos en personajes poco usuales y que se alejan de los estereotipos usuales.
La película resulta inesperada, o más bien su popularidad, si se considera el estado de salud de Francisco I, esto debido a una neumonía bilateral —mientras escribo, el Pontífice se encuentra aún hospitalizado y su salud estable—. Solo obtuvo el Premio Oscar para Mejor guion adaptado, aunque creo que el real triunfador fue Ralph Fiennes. Nos entregó su visión del cardenal Thomas Lawrence, una caracterizada con bastantes matices y que va desde la profunda entrega por la seriedad del proceso de elección hasta las propias crisis personales del cardenal. En este sentido, Cónclave representa un paso hacia adelante para buscar (y alcanzar) una mayor complejidad narrativa, donde lo personal y lo político fluyen, abriendo así un espacio para reflexionar y discutir sobre el poder y la fe.
Anora fue probablemente una de las grandes ganadoras, lo cual resulta esperable si consideramos que las campañas previas a la entrega juegan un papel crucial, siendo una estrategia para que las productoras demuestren interés. En realidad, sus triunfos no fueron sorpresivos, se hizo un buen trabajo; lo inesperado habría sido, por ejemplo, que Demi Moore hubiera sido la ganadora en la categoría de Mejor Actriz. Recientemente, Emily Defiant, psicóloga, dominatrix y escritora, acusa que Sean Baker robó la idea cuando se le mostró The Skill Set, un episodio piloto que narra la vida de una trabajadora sexual. No estoy seguro si esta película sea realmente un plagio o si el episodio fue una inspiración, lo interesante es que el mérito de la película es de cine independiente, lejos de las producciones bulliciosas de Hollywood.
En esta entrega, fue evidente cómo la industria estadounidense ha permitido el acceso a nuevas voces y enfoques. Flow, una modesta producción letona, mantuvo el quiebre con la hegemonía de gigantes como Disney y Studio Ghibli al ganar la estatuilla de Mejor Película de Animación. Su triunfo, el primero de Letonia en la historia de los Óscar, nos recuerda la importancia de las producciones independientes para refrescar el panorama cinematográfico —en cierto modo, es cansado ver lo mismo y los mismos ganadores año con año—, esto a partir de sus propuestas que son nuevas narrativas, a partir de perspectivas poco usuales. La ausencia de Disney en esta entrega, tras varios años de dominio, recalca la tendencia hacia la diversidad en la animación, la cual era monopolizada por los grandes estudios y sus fórmulas establecidas.
Las transformaciones también fueron palpables en el reconocimiento de proyectos fílmicos que, aunque pequeños, tocaron temas de actualidad y de crítica social, los cuales no siempre son gratos. La sustancia, cuyo foco se encuentra en las presiones estéticas que enfrentan las mujeres, especialmente las actrices maduras, desafió las expectativas sobre el cine que suele ganar en los Óscar. Sin duda, la película satiriza y critica a la industria, en cuanto al trato hacia las actrices de mayor edad, resaltando así cómo estas narrativas cuestionan los estándares tradicionales de belleza y éxito, que miran con desdén a la vejez y sus estereotipos. A pesar de que Demi Moore no triunfó en la categoría como Mejor Actriz, su presencia visibilizó cómo la industria hace a un lado a las actrices veteranas y se inclina por las jóvenes, que no siempre ofrecen un repertorio actoral sólido.
Así, esta edición de los Óscar reflejó un paso hacia delante a las transformaciones en la manera de contar y hacer cine, esperando que esta línea continúe en los próximos años y haya un real interés por incluir y reflexionar sobre los problemas contemporáneos; que no quede en solo un discurso superficial y poco crítico; que aborde de raíz los problemas relacionados con la inclusión en el cine contemporáneo, y que realmente se interese por las nuevas obras y representaciones.