ANA RODRÍGUEZ MANCHA
La llegada de un nuevo ser al núcleo familiar representa, además de miles de emociones encontradas, un reto importante en la economía, la educación y la salud; este último engloba los cuidados de la niña o el niño que ahora tienen el objetivo de transcender y honrar los genes familiares. La primera crisis existencial en la vida del humano es el primer mes de vida, donde el neonato continúa en un proceso de adaptación; al ser tan pequeño, vulnerable al cambio y no contar con defensas, el padre y la madre requieren un trabajo de amor las 24 horas del día los 7 días de la semana, estando a la disposición del recién nacido. Dentro de los objetivos preventivos que plantea el sector salud en el programa de “Control de la niña y el niño sano” se encuentra la aplicación de vacunas acorde al grupo de edad, las cuales ayuda a garantizar de manera eficaz el adquirir defensas a tan corta edad, la prueba de tamiz neonatal, que por medio de gotitas de sangre obtenidas del talón del bebe permite detectar enfermedades congénitas mucho antes de que aparezcan los síntomas, otra medida preventiva es la prueba de tamiz auditivo que nos permite detectar sordera o la hipoacusia en el recién nacido, el control nutricional es de suma importancia para detectar obesidad o desnutrición y capacitar a la madre, padre o tutor sobre la alimentación correcta, con la promoción de leche materna exclusiva al menos los primeros 6 meses de vida, la vigilancia del desarrollo para detectar retraso en el crecimiento, la capacitación sobre prevención de accidentes en el hogar y la detección del Síndrome de Turner en etapas tempranas.
Todas las acciones preventivas antes mencionadas, se llevan a cabo en el primer nivel de atención, acudiendo con el personal de salud, teniendo citas de control los días 3, 7 y 28 posterior al nacimiento. El síndrome de Turner es una alteración genética que afecta a la mujer, ya que por mecanismos aún no esclarecidos pierde un cromosoma X parcial o total, siendo la única monosomía compatible con la vida y se estima que 1 de cada 2,500 niñas padecen esta cromosomopatía. Aunque hay varias corrientes que tratan de explicar el origen de esta deleción, no se ha llegado a concretar la causa de esta enfermedad y aunque el diagnóstico se puede hacer desde la etapa fetal intrauterina (dentro del vientre de mami), en muchas ocasiones no se le da la importancia real, dejando a la ligera el control y los ultrasonidos prenatales a segundo término.
Algunos signos que pueden alertar sobre esta enfermedad en las recién nacidas son manos y pies hinchados (linfedema), un cuello corto y ancho (cuello alado) que son pliegues al lado del cuello de forma exagerada, mandíbula pequeña, paladar alto, succión débil, orejas con implantación baja, pecho ancho y talla baja para el grupo de edad (retraso en el crecimiento). Todos estos signos pueden ser evidentes por la madre, padre o tutor, pero el médico es el responsable de buscar de forma intencionada estos signos en la consulta de control del niño y la niña sana, haciendo un diagnóstico temprano y una derivación oportuna a otras especialidades como pediatría, cardiología, endocrinología y así poder brindarle una calidad de vida plena, sin limitación en su reproducción, crecimiento y función cardiaca. Sigamos fomentando la educación familiar en la salud, iniciando con estudios previos a ambos padres, un control prenatal adecuado y continuar con la vigilancia y control de las niñas sanas hasta mínimo los 5 años de vida.