Toca sentarte en el límite de una línea, esperar que los trazos confabulen entre la extrañeza y la realidad onírica que confluyen en una especie de umbral que se abre para mostrarnos las monstruosidades que habitan en la cotidianidad de una fiesta, en las posibilidades de un escenario que va sobre una nave espacial, en el placer de una bruja que monta su propia liviandad. Estar frente a una obra de Manuel Denna es creer otra vez en cuentos de hadas, brujas y personajes paranormales, que no se ven muy distintos de una mortalidad que habita ciudades como la nuestra, que casi logran salir del Cerro de la Bufa para atravesar los páramos de los castillos medievales en otra civita europea.
Estar frente a las líneas de Denna es sentarte en el límite de una línea, esperar a que nazca otra de alguna parte de la misma ilustración que te lleve a navegar por aguas calmas, vertiginosas y pantanosas, al mismo tiempo y por separado. También es sentarte y confluir con la muerte que está en el rincón de la casa o tocando un instrumento musical en medio de una fiesta, sobrevolar con máscaras de un siglo que nos recuerda al pasado sobre naves que nos evoca un futuro que se siente inminente, plausible.
Confluir en las contradicciones se antoja entonces como un acto de magia. Manuel Denna es el mago que nos mueve a través de los márgenes, los colores y las texturas, nos introduce en un sombrero y salimos en un páramo nuevo con torres, burbujas y maleza. Nos introduce en un espejo que nos vuelve espectadores y protagonistas, al mismo tiempo, de un paisaje que conocemos de tanto andarlo, pero que nos suena disonante a los ojos, al hallarnos frente a otros que se parecen y no a nosotros mismos.
Manuel Denna, por lo tanto, es el mago que nos muestra otros mundos posibles, es el brujo del color que nos ilustra el convivio de lo extraordinario y también es el maestro de la gráfica que nos quita el velo y nos pone lentes para ver con claridad las distorsiones que coexisten entre los juglares, las catrinas, los duendes y los faunos, seres de otro espacio, otro tiempo y otros sentidos, pero rodeados de nuestro conocida arquitectura, la luna solitaria, las torres de una iglesia que nos acompaña en nuestros senderos cotidianos y hasta el centro meteorológico que podría ser un pequeño castillo en Italia.
Hoy El Mechero se une a este merecido homenaje que se le hace a nuestro querido maestro de la gráfica: Manuel Denna, por sus 40 años de trayectoria, cuatro décadas de andar por la vida como un juglar de la ilustración: contando cuentos y llevándonos de la mano a nosotros, simples iniciados, a través de las contradicciones, el placer, la fiesta y, por qué no, también a veces a través de la incomodidad, pero siempre con una buena historia que se percibe en la algarabía, el baile y la diversión, que a veces es estridente y a veces sólo es viento tenue. ¡Larga vida a nuestro querido Denna, il mago dal grafico!
No lo olviden, juntos incendiamos la cultura.
Karen Salazar Mar
Directora de El Mechero