Por Gonzalo Lizardo
Pocos lo saben y menos aún lo perciben. Mientras usted disfruta de esta exposición, allá afuera ocurren en la ciudad mil prodigios, se revelan mil amenazas, se formulan mil augurios. Nuestros sentidos, limitados por Natura y por la sociedad, se han vuelto insensibles a lo inefable y sumisos ante lo ominoso. Sólo unos privilegiados poseen la pupila, el alma y la mano, para descubrir, comprender y comunicar esos misterios, ocultos bajo el manto transparente de lo banal. Si no fuera por el Loco, si no fuera por el Mago, el mundo quedaría a merced de lo Invisible: los poderes ocultos que nos ciegan y tiranizan.
Manuel Denna, il maestro del colore, posee el don del águila: un estado de consciencia que trasciende la percepción ordinaria, que capta las formas secretas del mundo y las traduce a imagen. En el crisol de su mente, la mitología antigua se conjunta con las leyendas postmodernas, los primigenios de Lovecraft visitan a los reptilianos en el planeta Nibiru, los Iluminati exploran en cosmonaves el sistema Alpha Draconis y los ángeles gnósticos operan los cristales telepáticos con que los arcontes controlan el mundo y sus guerras. Denna no escatima oficio en sus obras para que los profanos vislumbremos lo que el mundo nos oculta. Una misión que lo hermana, acaso, con el alquimista que escribió el Splendor Solis, el apócrifo autor de Los sueños droláticos de Pantagruel, o la sobrehumana mente que concibió el Manuscrito Voynich.
En sus manos de artífice, los óleos y los acrílicos, los ensambles, la escultura y el arte objeto, procrean algo más que objetos decorativos: emblemas alegóricos, artefactos mágicos, dispositivos visionarios que requieren ser activados por la mirada del espectador. Más que una antología de seres imaginarios, pintados con genio, pasión y oficio, esta Favola di Settembre es un mecanismo para transitar entre el ensueño y la vigilia, entre la ciudad presente y su realidad aparte.