DORALI ABARCA
La película Silvia Prieto, dirigida por Martín Rejtman, es un retrato fascinante de la vida cotidiana de una mujer joven en Buenos Aires. A través de su protagonista, Silvia Prieto, la película explora una variedad de sentimientos humanos, incluyendo la soledad, la extrañeza, la complicidad, el acompañamiento y el disfrute de las pequeñas cosas. Estos temas son entrelazados de manera sutil, pero profunda, ofreciendo una reflexión sobre la experiencia humana contemporánea.
Silvia Prieto es una mujer común y corriente cuya vida está llena de momentos de soledad y autoexploración. La soledad en la película no se presenta necesariamente como algo negativo, sino como una condición inherente de la existencia. Silvia pasa gran parte de su tiempo sola, navegando por su mundo interior y exterior con una sensación de distanciamiento. Esta soledad es palpable en las escenas donde ella realiza tareas rutinarias, como preparar café o tomar el autobús. Estas escenas subrayan la monotonía de la vida cotidiana, pero también invitan al espectador a reflexionar sobre sus propias experiencias de soledad.
La extrañeza es otro sentimiento omnipresente en la película. Silvia experimenta momentos de desconcierto y desorientación, especialmente cuando se encuentra con otra mujer que también se llama Silvia Prieto. Este encuentro provoca una crisis de identidad y una sensación de alienación. La película utiliza esta duplicidad para explorar la idea de que la identidad personal es frágil y puede ser cuestionada por encuentros fortuitos. La extrañeza de estos momentos se acentúa por el estilo narrativo y visual de Rejtman, que a menudo presenta escenas de manera seca y desapegada, lo que amplifica la sensación de desconexión.
Sin embargo, en medio de esta soledad y extrañeza, la película también muestra momentos de complicidad y acompañamiento. Las relaciones que Silvia establece, aunque a menudo son superficiales o efímeras, ofrecen destellos de conexión humana genuina. La amistad que desarrolla con personajes como Gabriel y su exnovio Mario, aunque marcadas por la ambigüedad y la falta de profundidad emocional, muestran la necesidad humana de contacto y reconocimiento. Estas interacciones, aunque breves, aportan calidez y humanidad a la narrativa, subrayando la importancia del acompañamiento en nuestras vidas.
Uno de los aspectos más entrañables de Silvia Prieto es su capacidad para encontrar belleza y disfrute en las pequeñas cosas. La película está llena de momentos en los que Silvia se detiene a apreciar detalles aparentemente insignificantes, como una taza de café bien preparada o un paseo sin rumbo por la ciudad. Estos momentos no sólo añaden una capa de realismo a la película, sino que también resaltan la importancia de encontrar alegría en lo cotidiano. A través de estas escenas, Rejtman sugiere que, a pesar de la soledad y la alienación, hay siempre pequeños placeres que pueden ofrecer consuelo y satisfacción.
En conclusión, Silvia Prieto es una película que aborda una variedad de sentimientos humanos con una sutileza y profundidad que la hacen excepcional. La soledad, la extrañeza, la complicidad, el acompañamiento y el disfrute de las pequeñas cosas son temas que se entrelazan de manera intrincada para ofrecer una reflexión sobre la vida contemporánea. A través de su protagonista, Rejtman nos invita a explorar nuestra propia experiencia de estos sentimientos, recordándonos la complejidad y la belleza de la existencia humana. La película no ofrece respuestas fáciles, pero sí una invitación a observar y apreciar los matices de nuestra propia vida cotidiana.