Por Carolina Díaz Flores
Durante muchos siglos, el consumo de medicamentos se asociaba a una única causa: estar enfermo. Sin embargo, en décadas recientes por motivos diversos, la vida misma y situaciones cotidianas se han medicalizado. Es decir, aún en salud, optamos por consumir algún tipo de medicina e incluso el médico indica y promueve el consumo de diversas sustancias con el fin de incrementar la salud y bienestar de los pacientes.
Aunque hay diversas causas para este fenómeno, se pueden agrupar tres causas principales: 1) la promoción y publicidad de las propias farmacéuticas; 2) la menor tolerancia a malestares y síntomas propios de enfermedades comunes; 3) la idea errónea del personal sanitario de que medicalizar significa prevención. En este contexto se tiene a tres actores fundamentales de una sociedad cada vez más medicalizada: desde el mercado que por naturaleza promueve y genera consumo de medicamentos, a la propia sociedad que aspira a estar sano y una vez sano, aspira a estar “más” sano y así infinitamente, y por último, el personal médico que paradójicamente, con la práctica clínica suele patologizar la vida.
A continuación, se abordará cada uno de estos actores y sus posibles implicaciones en el asunto. Respecto a la farmacéuticas, no hay mucho por descubrir: vender por sobre cualquier consecuencia es el objetivo primordial, ya sea inventando medicamentos más (o incluso igual) de eficaces que los ya existentes, desprestigiando los medicamentos disponibles bajo el conveniente hallazgo de efectos adversos o fragmentando un los tratamientos (dar medicamentos para los efectos adversos de otros medicamentos).
Respecto a la sociedad, es un asunto sumamente complejo, pues el significado y las implicaciones del término SALUD, varían de acuerdo al momento histórico y al lugar geográfico del que se trate. Sin embargo, en términos generales, el siglo actual se ha caracterizado por una responsabilización absoluta del individuo sobre su salud, con el pretexto de la promoción del autocuidado. Por lo que no solamente las personas con factores de riesgo específicos son blanco de las medidas de prevención, pues se parte de que “siempre se puede estar más sano” y aunque dicha premisa sea real, se ha establecido de manera patológica una aparente preocupación por la salud que se solventa con el consumo de medicamentos: es fácil encontrar gente que no ha renunciado a dejar las bebidas azucaradas, pero que cada día sin falta consume multivitamínicos o cualquier sustancia con el fin de incrementar la salud.
Por último, en cuanto al gremio sanitario, también se ha inmiscuido hasta la formación médica la cultura de medicalizar la vida, hasta el extremo que las guías de práctica clínica norman el consumo de ácido fólico en toda embarazada, en lugar de buscar que ninguna mexicana tenga deficiencias nutricionales y viva en condiciones dignas para alimentarse, se medicaliza el proceso fisiológico del embarazo. Además, la prevención primaria (que va dirigida a personas sanas) poco a poco se ha convertido de medidas prácticas y con eficiencia demostrada, a simplemente el consumo de medicamentos “preventivos” o suplementos como vitaminas, proteínas en polvo, etcétera.
En conclusión, en tiempos anteriores, los extremos de la vida eran los únicos con medicalización casi normativa; sin embargo, actualmente cualquier persona es susceptible de ser recetada con algún medicamento, incluso quienes están aparentemente sanos. Las causas de este fenómeno son diversas, pero podemos concluir con la siguiente cita que engloba las fuerzas más importantes que rigen este proceso: “el cuerpo es una realidad biopolítica; la medicina una estrategia biopolítica” (Foucault).