ESAÚ RINCÓN ZAMORA
Como muchos otros espacios que conforman al Estado, el Poder Judicial, aun en su dimensión local, tiende a transformarse de acuerdo con determinadas circunstancias de poder y contextos de dominación provenientes del campo político. Por esa razón, la historicidad tiene un peso fundamental a la hora de entender y explicar el comportamiento de una institución como la judicatura y la manera en que interactúa con las personas.
En ese sentido, la reforma que hizo el gobernador de Zacatecas al Poder Judicial, forma parte de los sucesos clave que marcan un antes y un después en la historia de esta institución. Sin embargo, el trasfondo tiene que ver con el resultado de una disputa por el poder que existe al interior de un campo tan importante como este. Sólo así puede hablarse de una ruptura y con ello, de una enorme reconfiguración que impactará en las reglas, las posiciones y los recursos que giran en torno a la justicia cotidiana.
Por lo tanto, la narrativa oficial, aquella que proviene de gobierno a través de distintos actores, se ha empecinado en legitimar esta modificación mediante una serie de discursos que nada tienen que ver con el contenido propio de la reforma. Ni mucho menos está en sintonía con la supuesta ideología de izquierda a la que dicen pertenecer. De hecho, es todo lo contrario. Precisamente porque la reforma, como cualquier otra antes, está pensada desde arriba y bajo el lenguaje positivista, con la clara intención de que el poder político detente el monopolio absoluto del derecho, que por mucho tiempo y gracias a las lógicas tradicionales de lo jurídico, permaneció en la arena judicial.
Así, aun cuando la elección popular de jueces, insignia de este latrocinio constitucional, aparentemente busque vindicar una relación más horizontal entre juzgadores y justiciables, la realidad se traduce en otra cosa. Justamente porque este proceso de transición no diversifica o plantea alternativas para establecer puentes de comunicación que permitan un progreso en el acceso a la justicia para las personas que más lo requieren. Tampoco supone poner a su alcance los recursos jurídicos indispensables para movilizarse y exigir el reconocimiento de derechos que constantemente se rechazan o cuya atención se posterga para terminar perdiéndose en un sistema jurídico hipernormativo como el mexicano.
No obstante, la naturaleza contradictoria del derecho, en un momento como este, puede resultar de gran ayuda para soportar, e incluso enmendar los daños que pueda traernos el reacomodo de fuerzas que tendrá el campo judicial en Zacatecas. Además, no sería la primera vez que se juega en un espacio repleto de muchas desventajas, pues aun así, cientos de personas desprovistas de los medios y recursos jurídicos, han logrado un poco de justicia.
Por lo tanto, no podemos distanciarnos de este cambio, ni permitir que problemas cada vez más complejos, caigan en manos de personas sin un ápice de sentido humano, sobre todo porque este tipo de cuestiones no sólo se reducen a pleitos por bienes o dinero, sino que ahora están envueltos en múltiples violencias que han hecho de este campo, el último con la capacidad de brindar justicia a quien lo solicita.